Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
¡Cristo
Resucitó, Aleluya! ¡Felices Pascuas de Resurrección! Celebremos con alegría y
regocijo que Cristo ha resucitado y que, con Él, la vida ha vencido a la
muerte.
La
resurrección de Jesucristo es el evento que da plenitud a la historia de la
humanidad, a partir de la misma transitamos en vida y esperanza. Jesús
trasciende los límites del espacio y el tiempo. Como Resucitado, su presencia
abarca la inmensidad del mundo, ofreciendo así un mensaje de esperanza y
redención para toda la humanidad.
El
Resucitado nos dice que incluso en los momentos más oscuros, la luz y la vida
prevalecen sobre la oscuridad y la muerte. La resurrección es el paso de la muerte a la vida, un
renacer que nos muestra que la esperanza es para nosotros la garantía de que
verdaderamente podemos fiarnos de Dios.
Cristo
nos ofrece una poderosa razón para mantener viva nuestra esperanza. Su victoria
sobre la muerte nos muestra que Él está vivo y presente en nuestras vidas. No
permitamos que el desaliento nos venza, ni que la tristeza nos domine. A
imitación de Cristo, ahora nos corresponde amar incondicionalmente, servir con
humildad y colaborar con otros en la construcción de un mundo mejor.
Como
sociedad, vivimos un tiempo marcado por numerosos desafíos, muchos de los
cuales son profundamente alarmantes y pueden resultar abrumadores. Estos
problemas no solo nos afectan a nosotros individualmente, sino también a
nuestras familias y comunidades. Nos enfrentamos a una crisis en los valores
morales, que abarca desde la falta de respeto por la verdad, la justicia y la
vida, hasta la proliferación de la violencia y el destructivo narcotráfico.
En
medio de la incertidumbre que enfrentamos, es comprensible sentir desánimo y
preocupación, cuánto más al ver la expansión de la "cultura de la
muerte", a saber, esa mentalidad y práctica que promueven y perpetúan la
destrucción de la vida humana en todas sus formas, desde la promoción del
aborto, la eutanasia, así como la indiferencia hacia la dignidad y el valor de
cada persona.
Para
superar estas crisis y avanzar hacia una sociedad más justa y humana, es
esencial restaurar y fortalecer la "cultura de la vida y del amor"
que el Resucitado nos insta a abrazar con fuerza. Redescubramos las señales de
alegría y esperanza abundantes en nuestro pueblo y no nos hundamos en el
sepulcro de la desesperanza.
La
fe nos fortalece y nos sostiene en los momentos más difíciles. Aunque el pecado
y el mal estén presentes, en Costa Rica, la esperanza y el amor siguen siendo
una fuerza poderosa, pues en nuestra esencia somos un pueblo de fe que
encuentra en Cristo la verdadera vida.
Hemos
sido llamados a vivir plenamente, y hoy las palabras "¿Por qué buscáis
entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lucas 24,5)
nos inspiran a ir más allá de la desesperanza y la desolación, y a encontrar y
proclamar la vida ahí donde parece dominar la muerte.
Por
lo tanto, en lugar de rendirnos al desaliento y a las desgracias, que algunos
parecen anticipar con alegría, abracemos la esperanza que nos brinda la Resurrección
de Jesucristo. Recordemos que en Él, quien es luz y vida, encontramos la fuerza
para enfrentar los desafíos, la sabiduría para resolver los conflictos y la paz
para calmar nuestros corazones atribulados.
Ante
los retos que se nos presentan, la certeza de que el Señor ha resucitado y
camina a nuestro lado es la fuente de inspiración para mantener viva la
esperanza en nuestros corazones. Guiados por la paz que nos ha regalado Cristo
resucitado, es imperativo unirnos y colaborar en la construcción de una
sociedad más justa, pacífica y llena de esperanza. El discípulo de Cristo no se
queda mirando fijamente el sepulcro, sino, eleva su mirada hacia la vida
eterna.