Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
En
la Semana Santa conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, el
Señor. A través de sus enseñanzas, Jesús nos revela que la obediencia al Padre
no se limita a un mero acto de sumisión, sino que constituye un sendero marcado
por el amor y la confianza. Al seguir los pasos de Jesús y reflexionar sobre
sus acciones y palabras durante esta Semana Mayor, encontramos el más grande
testimonio de entrega y obediencia al Padre.
En
efecto, la Sagrada Escritura nos muestra sin reservas la angustia que el Señor
experimentó, pero, sobre todo, resalta su actitud reverente hacia el Padre al
cual clamó con fervientes oraciones y ruegos, demostrando una confianza
absoluta hacia su voluntad.
Particularmente,
en el huerto de Getsemaní, el Señor nos da un ejemplo conmovedor al expresar:
"No se haga mi voluntad, sino la tuya"(Lucas 22,42). Jesús
no elude el peso inminente de la cruz que se avecina, sino que lo afronta con
coraje y humildad, al abandonarse en la sabiduría y bondad del Padre celestial.
Nosotros,
a diferencia de Cristo, enseña el Papa Francisco, ?a menudo nos encontramos en
conflicto con esta voluntad, a veces nos resulta difícil entenderla y
aceptarla? A menudo tenemos miedo de esta voluntad, porque tememos que Dios nos
imponga algo por pura casualidad y no para nuestro bien?.
La
voluntad de Dios no es arbitraria y, aunque a veces puede resultar difícil
entender sus caminos o aceptar sus designios, debemos confiar en que todo lo
que Dios permite en nuestras vidas tiene un propósito y está guiado por su
amoroso plan para nosotros. Podemos confiar, pues, en que Dios obra todas las
cosas para nuestro bien.
Cuando
dejamos de lado nuestro orgullo y nos sometemos a la voluntad de Dios,
experimentamos la libertad y la fortaleza que sólo Dios otorga. En efecto, aceptar y obedecer la voluntad de
Dios es un acto de humildad profunda que Jesús nos enseñó con su propio
ejemplo. Aunque Jesús fue exaltado después de su muerte y resurrección, su
humillación inicial no debe pasarse por alto. Su disposición a someterse a la
voluntad del Padre, incluso hasta la muerte en la cruz, es el mayor testimonio
de confianza y entrega total.
Después
de su sacrificio en la cruz, Dios lo exaltó y le otorgó un nombre que está por
encima de todo nombre. Esta exaltación no solo muestra la fidelidad de Dios
hacia Jesús, sino también hacia todos aquellos que obedecen su voluntad hasta
el final.
Tengamos
presente que al orar diciendo "hágase tu voluntad", como Jesús nos
enseñó, no estamos sometiéndonos servilmente a un destino que nos repugna sino,
expresando nuestra confianza en el amor de Dios; ?hágase tu voluntad? es la
oración de los hijos que conocen el corazón de su Padre y confían en su plan perfecto.
Como
Jesús, debemos aprender a llevar ante Dios todas nuestras fatigas y
sufrimientos, así como nuestro compromiso diario de seguirlo confiando en que
Él nos dará esperanza, nos hará sentir su cercanía y nos guiará con su luz en
el camino de la vida.
La
voluntad de Dios debe ser el punto de referencia de nuestros deseos y anhelos. Permitamos
que la luz de Cristo brille a través de nosotros y, al amar la voluntad de
Dios, nos convirtamos en mensajeros efectivos de esperanza.
La Semana Santa, marcada por el tránsito de la muerte a la vida, nos insta a recordar, especialmente en estos tiempos de incertidumbre y desafíos, que Dios está siempre presente, guiándonos y fortaleciéndonos en cada paso que damos. Al confiar en su plan perfecto y entregarnos a su voluntad con humildad y confianza, encontramos la certeza de que Él nos sostendrá con su amor inquebrantable.