Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
Cada
8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, una oportunidad
especial para reconocer y honrar el papel indispensable que las mujeres
desempeñan en todos los aspectos de la sociedad.
Como
Iglesia, destacamos, repetidamente, la importancia de reconocer los derechos de
las mujeres y crear un entorno donde puedan florecer y contribuir con sus
talentos. Es fundamental que todas las mujeres, especialmente las
invisibilizadas, marginadas o excluidas, sean respetadas, apoyadas y
empoderadas en su búsqueda de desarrollo integral.
Muchas
veces, se ha subestimado el papel y la voz de las mujeres en la sociedad, limitando
sus oportunidades de participación plena. La dignidad del ser humano no hace
deferencias.
La
manera en que las mujeres miran el mundo es diferente a la de los hombres, esto
es fundamental tenerlo presente para una comprensión más completa y profunda de
la realidad que nos rodea. Su capacidad para comunicarse, su sensibilidad para
captar matices y su enfoque multifacético a la hora de abordar temas les
permite contribuir de modo especial al desarrollo de nuestra vida. Es claro que
las mujeres aportan dones y habilidades únicas que nos enriquecen como la
sociedad.
Es hermoso destacar que "el acontecimiento de Nazaret pone en evidencia un modo de unión con el Dios vivo, que es propio sólo de la «mujer», de María, esto es, la unión entre madre e hijo. En efecto, la Virgen de Nazaret se convierte en la Madre de Dios".
Partiendo
de la figura de María como Madre de Jesús, como Iglesia, reafirmamos nuestro
compromiso con el bienestar y la dignidad de las mujeres de una manera tangible
y compasiva, acompañando a aquellas mujeres que se encuentran en situaciones de
vulnerabilidad en general y por gestación, estando cerca de su realidad y
brindando oportunidades para emprendimientos.
También,
para facilitar la vida cotidiana de estas mujeres, muchos comedores ofrecen un
lugar seguro donde sus hijos pueden recibir no solo alimento, sino atención y
cuidado mientras las madres trabajan o se ocupan de otras responsabilidades.
En este día, les recordamos a todas las mujeres que cada una de ustedes tiene un valor intrínseco y una dignidad inquebrantable como hijas amadas de Dios. Los recursos personales de la femineidad no son ciertamente menores que los recursos de la masculinidad; son sólo diferentes. Por consiguiente, la mujer - como por su parte también el hombre - debe entender su «realización» como persona, su dignidad y vocación, sobre la base de estos recursos, de acuerdo con la riqueza de la femineidad, que recibió el día de la creación y que hereda como expresión peculiar de la «imagen y semejanza de Dios».
Mi
saludo y felicitación a todas las mujeres en su día: su valentía, su resiliencia
y su capacidad para amar y sanar son verdaderamente inspiradoras. Ustedes son
una fuente inagotable de luz y esperanza. Por ello, en un mundo donde la
retórica a menudo prevalece, elegimos actuar con amorosa cercanía y dedicación
hacia aquellas que enfrentan desafíos únicos en sus vidas.
Que
María Santísima, mujer y madre, les brinde consuelo en los momentos de
dificultad, fortaleza en los desafíos y alegría en los triunfos y les inspire a
seguir el ejemplo de su humildad, su entrega y su amor incondicional.