"Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa". Rut, 3, 11
Este 8 de marzo, Día
Internacional de la Mujer, manifestamos nuestro profundo afecto, respeto y
admiración hacia todas las mujeres. Nos inspira la Sagrada Escritura,
especialmente en el libro de Rut, cuyas protagonistas son unas mujeres extraordinarias
que decidieron ser solidarias, entre ellas, después de haber quedado viudas.
Cristo reconoció siempre la dignidad de las
mujeres, su servicio y entrega, y las hizo partícipes de su plan de salvación:
su encuentro con la mujer samaritana, a quien revela su condición mesiánica (Jn 4: 4-42);
llama "hija" y reconoce la fe de la mujer enferma que toca su manto y queda
curada de inmediato (Mc 5: 25-34); con Marta de Betania, a quien interroga y
obtiene de ella una respuesta de fe y su reconocimiento como Hijo de Dios (Jn
11: 20-27); es a una mujer, María de Magdala, a quien se aparece y habla una
vez Resucitado (Jn 20: 1-18).
Cristo, nos recuerda San Juan Pablo II, "fue ante sus
contemporáneos el promotor de la verdadera dignidad de la mujer y de la vocación correspondiente a esta
dignidad" (Mulieris Dignitatem n° 12). Señala también que, en virtud de su vinculación con la Santísima Virgen, la mujer ha
representado "la cercanía de Dios a las expectativas de bondad y ternura de la humanidad
herida por el odio y el pecado, sembrando, en el mundo, las semillas de una
civilización que sabe responder a la violencia con el amor" (Audiencia
general, miércoles 6 de diciembre de 1995). Y el Concilio Vaticano II, en su
mensaje a las mujeres señaló: "en este momento en que la humanidad conoce una
mutación tan profunda, las mujeres, llenas del espíritu del Evangelio, pueden
ayudar tanto a que la humanidad no decaiga". (Mensaje del Concilio a las mujeres. 8 de diciembre
de 1965).
El 8 de marzo recuerda las luchas que
históricamente han realizado las mujeres para ser escuchadas y tener el espacio
que merecen en la sociedad. El Día Internacional de la Mujer es una oportunidad para reflexionar sobre
los obstáculos y limitaciones que enfrentan, así como de las oportunidades, en
nuestro contexto costarricense.
Cómo no reconocer su protagonismo a lo
largo de la historia a través de diversas obras de bien social y organizaciones
humanitarias, preocupadas siempre
por el bienestar de los más vulnerables, y el cuidado de la Casa Común. Su
innegable aporte, en las distintas áreas del quehacer humano, se enaltece aun
más con su servicio a la educación y la transmisión de valores. Sin embargo, no
siempre se reconoce su trabajo, o queda invisibilizado, y se enfrentan a distintas
formas de discriminación, violencia, pobreza, desempleo, inseguridad.
Vivimos
hoy tiempos convulsos e inciertos, marcados por la desigualdad, la desesperanza
y la vulnerabilidad en amplios sectores de nuestra sociedad, principalmente
entre las mujeres Nuestra palabra de reconocimiento se dirige hoy,
especialmente, a las mujeres jefas de hogar de nuestro país, quienes lideran el
46,3% de los hogares sumidos en la pobreza; a las madres solteras, las víctimas
de la violencia y a aquellas que sufren el desempleo, incluso con menos
probabilidades de encontrarlo, y exponiéndose a ganar menos que los hombres
(cf. Informe del Estado de la Nación 2023 y la Encuesta Nacional de Hogares
2022).
Es imprescindible que las mujeres tengan
la oportunidad de hablar y ser escuchadas, de compartir equitativamente las
responsabilidades en el hogar y la familia, de tomar parte en las decisiones
que las afectan directamente. Deben existir políticas públicas claras y
centradas en atender las necesidades de la población femenina, sobre todo, para
aquellas mujeres en situaciones de vulnerabilidad, sin distinción ni
discriminación alguna.
Por parte de la Iglesia, queremos que
nuestras convicciones de fe se acompañen de hechos concretos a su favor. Seguimos
acompañando y ayudando a crecer a las mujeres sin escatimar recursos y
esfuerzos para favorecer su desarrollo pleno y el influjo positivo en sus
familias y en nuestros ambientes eclesiales. Particularmente reconocemos. la
entrega y abnegación de las religiosas a los sectores pobres de la sociedad, la
dedicación de tantas mujeres en distintos servicios eclesiales, sobre todo en
la catequesis, y la labor evangelizadora de las mujeres en sus familias.
Finalmente,
como dice el Informe de síntesis de la primera sesión de la Asamblea Sinodal, recién
celebrada en Roma, nos comprometernos a ?promover una Iglesia en la que hombres
y mujeres dialoguen, a fin de comprender mejor la profundidad del designio de
Dios, en que aparecen juntos como protagonistas, sin subordinación, exclusión
ni competencia. (Síntesis de la Asamblea Sinodal, 9 h). En este sentido, las
animamos a hacer sus aportes al proceso sinodal, para responder a lo que Dios
quiere de nuestra Iglesia en comunión, participación y misión.
Que
María, la mujer de Nazareth, interceda por cada una de ustedes y, estimulados
por el ejemplo de tantas mujeres santas y valientes como Rut, que han pasado
dejando huella en medio de nuestros pueblos, tengamos la alegría de caminar
juntos tras de Cristo.
Dado
en San José, a los 8 días del mes de marzo de 2024.