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Arzobispo

Sacramento de Misericordia

Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José

Aunque el Sacramento de la Confesión, conocido también como Reconciliación o Penitencia, está destinado a ser una experiencia de la misericordia y ternura de Dios hacia nosotros, es lamentable que haya quiénes, a pesar de su necesidad, decidan privarse de este encuentro.

Hay que reconocer que algunos fieles pueden verse afectados por temores, prejuicios y experiencias que distorsionan la comprensión del verdadero significado del sacramento de la Confesión.

En primer lugar, las personas experimentamos una sensación de vergüenza o temor al ser juzgadas por nuestras acciones y este sentimiento es especialmente fuerte si los pecados cometidos son considerados moralmente graves o socialmente inaceptables.

También, la idea de abrirse completamente a otro y exponer las propias debilidades puede resultar intimidante, pero, debemos preguntarnos ¿Quién es ese otro? Como nos enseña el Papa Francisco, "el centro de la confesión es Jesús que nos espera, nos escucha y nos perdona".  Su amor y misericordia son inagotables. Dios comprende, atiende y no se cansa de perdonar.

No olvidemos que, en el Sacramento de la Confesión, el sacerdote es un instrumento de esa gracia divina otorgada por Jesucristo. Su papel no es el de juez o dueño del perdón, sino más bien el de un servidor humilde y compasivo que facilita el encuentro del penitente con la misericordia de Dios y la comunidad.

Quiero recordar a todos los sacerdotes que nuestro ministerio es reflejar el amor incondicional de Dios hacia sus hijos, acogiendo misericordiosamente a aquellos que buscan el perdón. Debemos ser los primeros en reconocer que, como seres humanos, todos estamos sujetos a cometer errores y a pecar en algún momento de nuestras vidas.

Por lo tanto, nuestra presencia en el sacramento no es para levantar el dedo acusador, sino para ofrecer el amor compasivo que transforma la vida. Estamos aquí para acompañar a las personas en este camino de reconciliación, ofreciendo comprensión, apoyo y aliento en su búsqueda de la gracia de Dios. No podemos olvidar que actuamos en la persona de Jesucristo, que se nos ha revelado como fuente de consuelo y perdón.

Asimismo, en algunos casos, la falta de comprensión clara sobre el propósito y la importancia del Sacramento de la Confesión puede llevar a que hay quienes lo eviten. Si no se nos forma adecuadamente sobre la misericordia de Dios y la necesidad de su amor, es posible que no comprendamos por qué participar en este sacramento.

Algunas personas, finalmente, pueden caer en la trampa de la autosuficiencia, creyéndose capaces de manejar sus debilidades por sí mismos, sin necesidad de la ayuda de Dios. Esta actitud puede ser alimentada por una falsa sensación de autonomía o una negativa a reconocer la necesidad de la gracia en sus vidas.

Vencer nuestros prejuicios y temores para participar en el sacramento de la Confesión puede ser todo un desafío, sin embargo, es primordial para sumergirnos en la experiencia del perdón de Dios.

 Hermanos, en nuestra vida espiritual, el perdón es un acto de renovación y transformación, un proceso mediante el cual somos renovados en la gracia y el amor de Dios. Al acudir al Sacramento de la Confesión, no solo nos liberamos del peso de nuestros pecados, sino que también nos abrimos a la acción transformadora del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Acerquémonos al sacramento con un corazón humilde y sincero, pues "el Señor es compasivo y misericordioso...Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra"Que el Sacramento de la Confesión sea para nosotros un camino de gracia y renovación, donde podamos encontrar la fuerza para seguir adelante con esperanza.

En este tiempo de Cuaresma, les reitero la invitación a experimentar el abrazo amoroso del Señor, que siempre está dispuesto para perdonar y acoger a quienes se arrepienten de corazón.