Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
El
tiempo cuaresmal nos compromete a seguir a Jesús en el camino de cruz. Con el
ejemplo inspirador de aquel que, a través de su sacrificio en la cruz, demostró
su amor por la humanidad, se nos da una oportunidad para cultivar un espíritu
de compasión y generosidad, que ha de manifestarse en acciones concretas de
amor y servicio hacia los hermanos.
Es
decir, la Cuaresma no es solo un tiempo de reflexión teórica, sino también un
llamado a la acción, donde somos desafiados a vivir plenamente la misericordia. "Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella
se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos
hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a
nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia"
En
efecto, Jesús nos revela que la Misericordia de Dios es "entrañable", compasión
profunda y afectuosa, que viene desde lo más íntimo de su ser. Lo contrario a entrañable sería "distante
o ajeno". Así, mientras lo "entrañable" implica cercanía,
familiaridad y afecto, lo otro sugiere una falta de conexión emocional o
afectiva, una separación o distanciamiento en la relación entre las personas y
Dios. En Cristo Dios nos ama entrañablemente.
Con
actitudes puntuales que nos lleven a desarrollar un corazón compasivo y amoroso,
el mismo Jesús nos enseña a cultivar esa misericordia entrañable: "Sean
misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no
serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará" (Lucas 6,36).
Él
se pone en el lugar de los demás, comprende sus experiencias, sentimientos y
necesidades. Nos pide evitar juzgar a
los otros de manera severa o apresurada, reconociendo más bien que todos somos
imperfectos y podemos cometer errores. Jesús es paciente y comprensivo, reconoce
que el cambio y el crecimiento llevan tiempo.
Por
otra parte, la Misericordia de Dios "transforma" a la persona; su gracia no es
estática, sino que tiene el poder de provocar cambios significativos en nosotros.
En
lugar de ser un obstáculo para el crecimiento espiritual, la misericordia de
Dios impulsa el desarrollo espiritual y la vida plena de las personas. Dios
está siempre presente para guiar y apoyar a aquellos que buscan una relación
más profunda con él y un mayor entendimiento de sí mismos y de su propósito en
la vida.
La
misericordia transformadora de Dios es la certeza que ofrece una perspectiva alegre
y esperanzadora ante la vida. Incluso cuando enfrentamos grandes desafíos. Dios
nos invita a no ver los tropiezos como finales definitivos, sino saber
levantarse para aprender, crecer y ser transformados. Siempre hay esperanza y posibilidad de cambio
mientras estemos abiertos a recibir la misericordia de Dios en nuestras vidas. Seamos
para nuestros hermanos motivo de
esperanza para crecer. Con amor y compasión, guiémoslos hacia la luz y la
renovación que la misericordia de Dios ofrece.
El
juicio y el rechazo son contrarios a la misericordia. En lugar de condenar,
practiquemos la comprensión y el amor, siendo agentes de misericordia para
todos. Transformamos vidas
cuando acogemos en lugar de rechazar. En cada gesto de compasión y apertura,
construimos puentes hacia un mundo más lleno de amor y comprensivo, donde la
misericordia prevalece sobre el prejuicio. No confundir la misericordia que
debemos manifestar al hermano, con guardar silencio ante la realidad del
pecado, que siempre debe se debe atacar.
La Iglesia nos llama a vivir la misericordia de Jesucristo, a reflejar su luz en el mundo y ser agentes de cambio positivo en nuestras comunidades Que cada uno, inspirado por la infinita misericordia de Dios, sea canal de amor y perdón para nuestros hermanos.