Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
Queridos
Hermanos: Dios es misericordioso (cf. Ex 34,6), su misericordia dura por
siempre (cf. Sal 136), de generación en generación abraza a cada persona que se
confía a él y la transforma, dándole su misma vida.
Como
nos enseña el Papa Francisco: "La misericordia renueva y redime, porque es el
encuentro de dos corazones: el de Dios y el del hombre. Mientras este se va
encendiendo, aquel lo va sanando: el corazón de piedra es transformado en
corazón de carne (cf. Ez 36,26), capaz de amar a pesar de su pecado".
De
hecho, la misericordia se describe como un encuentro íntimo y personal entre
Dios y el ser humano. Es un acto de amor de Dios que busca encontrarse con la
humanidad en su condición. Dios
toma la iniciativa al salir a nuestro encuentro para transformarnos, para
cambiar ese corazón de piedra duro, frio e insensible, por un corazón de carne lleno
de compasión y capacidad de amar.
Más
aun, la misericordia no es solo un acto de perdón, sino un encuentro profundo
que tiene el poder de cambiar el corazón humano, permitiéndole amar y ser amado
a pesar de sus imperfecciones.
Por
todo esto, les invito orar confiadamente: "Señor, Padre de misericordia y
origen de todo bien" mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu
misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas?, animo
a todos a enfocarnos en la búsqueda de la misericordia y su impacto
transformador en nuestra vida.
Nuestra
apertura a la misericordia no solo transforma nuestra relación con Dios, sino
que también impacta positivamente nuestras interacciones con los demás. La
honestidad consigo mismo y la humildad son características de un corazón
misericordioso. Al practicar el perdón y la compasión, proyectamos la luz de la
misericordia que hemos recibido.
Jesús
enseñó la importancia de la misericordia y el perdón, y en el Padre Nuestro,
pedimos "perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores"
(Mateo 6,12). Esta conexión entre recibir misericordia y ser misericordiosos es
fundamental.
Pero,
también, "la cultura de la misericordia se va plasmando con la oración asidua,
con la dócil apertura a la acción del Espíritu Santo, la familiaridad con la
vida de los santos y la cercanía concreta a los pobres. Es una invitación
apremiante a tener claro dónde tenemos que comprometernos necesariamente. La
tentación de quedarse en la «teoría sobre la misericordia» se supera en la
medida que esta se convierte en vida cotidiana de participación y colaboración".
Vivir
la misericordia implica estar dispuesto a entender y compartir los sentimientos
de los demás, traduciendo
esto en actos de bondad, apoyo y servicio hacia aquellos que están sufriendo. Esto implica reconocer la humanidad
compartida y el valor intrínseco de cada persona.
Invoquemos
juntos la gracia de Dios para cultivar en nuestros corazones su misericordia.
Que cada día sea una oportunidad para practicar el perdón, mostrar compasión y
compartir el amor que hemos recibido. Recordemos que la misericordia es nuestro
camino hacia la santidad, una respuesta a la generosidad de Dios
¡Que
toda nuestra vida resplandezca en la luz de la misericordia!