En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: "La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres" (DV 13).
Dios es el autor de la Sagrada Escritura. "Las verdades reveladas por Dios, que están contenidas y se manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo." Él ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados.
La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos. Esta lista integral es llamada "Canon de las Escrituras". Canon viene de la palabra griega "kanon" que significa "medida, regla".
El Canon comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos, y 27 para el Nuevo. Estos son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Ruth, los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías, para el Antiguo Testamento.
Para el Nuevo Testamento, los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y segunda a los Tesalonicenses, la primera y segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la Epístola a los Hebreos, la Epístola de Santiago, la primera y segunda de Pedro, las tres Epístolas de Juan, la Epístola de Judas y el Apocalipsis.
Antiguo Testamento
Los judíos consideraban que existían dos cánones de los Libros Santos: el Canon Breve (palestinense) y el Canon Largo (alejandrino).
El Antiguo Testamento en hebreo (Canon Breve) está formado por 39 libros y se divide en tres partes: " La Ley", "Los Profetas" y "Los Escritos".
El Antiguo Testamento en griego (Canon Largo) está formado por 46 libros. La versión griega de la Biblia, conocida como de los Setenta, cuenta con 7 libros más: Tobías, Judith, Baruc, Eclesiástico, I y II de Macabeos y Sabiduría.
Además, algunas secciones griegas de Ester y Daniel. Estos libros son conocidos frecuentemente, aunque la expresión no sea necesariamente la más adecuada, como "deutero-canónicos".
Los judíos en Alejandría tenían un concepto más amplio de la inspiración bíblica. Estaban convencidos de que Dios no dejaba de comunicarse con su pueblo aún fuera de la Tierra Santa, y de que lo hacía iluminando a sus hijos en las nuevas circunstancias en que se encontraban.
Los Apóstoles, al llevar el Evangelio al Imperio Grecorromano, utilizaron el Canon Alejandrino. Así, la Iglesia primitiva recibió este canon que consta de 46 libros.
En el siglo III comenzaron las dudas sobre la inclusión de los así llamados "deuterocanónicos". La causa fueron las discusiones con los judíos, en las cuales los cristianos sólo utilizaban los libros proto-canónicos. Algunos Padres de la Iglesia hacen notar estas dudas en sus escritos "por ejemplo Atanasio (373), Cirilo de Jerusalén (386), Gregorio Nacianceno (389)", mientras otros mantuvieron como inspirados también los deuterocanónicos "por ejemplo Basilio ( 379), Agustín (430), León Magno (461)".
A partir del año 393 diferentes concilios, primero regionales y luego ecuménicos, fueron precisando la lista de los Libros "canónicos" para la Iglesia. Estos fueron:
* Concilio de Hipona (393)
* Concilio de Cartago (397 y 419)
* Concilio Florentino (1441)
* Concilio de Trento (1546)
En este último, solemnemente reunido el 8 de abril de 1546, se definió dogmáticamente el canon de los Libros Sagrados.
Los protestantes sólo admiten como libros sagrados los 39 libros del canon hebreo. El primero que negó la canonicidad de los siete deuterocanónicos fue Carlostadio (1520), seguido de Lutero (1534) y luego Calvino (1540).
Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento está formado por 27 libros, y se divide en cuatro partes: "Evangelios", "Hechos de los Apóstoles", "Epístolas" y "Apocalipsis".
En los orígenes de la Iglesia, la regla de fe se encontraba en la enseñanza oral de los Apóstoles y de los primeros evangelizadores.
Pasado el tiempo, se sintió la urgencia de consignar por escrito las enseñanzas de Jesús y los rasgos sobresalientes de su vida. Este fue el origen de los Evangelios.
Por otra parte, los Apóstoles alimentaban espiritualmente a sus fieles mediante cartas, según los problemas que iban surgiendo. Este fue el origen de las Epístolas.
Además circulaban entre los cristianos del siglo primero dos obras más de personajes importantes: "Los Hechos de los Apóstoles" escrita por Lucas, y el "Apocalipsis", salido de la escuela de San Juan.
A fines del siglo I y principios del II, el número de libros de la colección variaba de una Iglesia a otra.
A mediados del siglo II, las corrientes heréticas de Marción (que afirmaba que únicamente el Evangelio de Lucas y las 10 Epístolas de Pablo tenían origen divino), y de Montano (que pretendía introducir como libros santos sus propios escritos), urgieron la determinación del Canon del Nuevo Testamento.
Hacia fines del siglo II, la colección del Nuevo Testamento era casi la misma en las Iglesias de Oriente y Occidente.
En los tiempos de Agustín, los Concilios de Hipona (393) y de Cartago (397 y 419) reconocieron el Canon de 27 libros, así como el Concilio de Trullo (Constantinopla, 692) y el Concilio Florentino (1441).
Al llegar el protestantismo, éste quiso renovar antiguas dudas y excluyó algunos libros. Lutero rechazaba Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. Carlostadio y Calvino aceptaron los 27. Los protestantes liberales no suelen hablar de "libros inspirados", sino de "literatura cristiana primitiva".
En el Concilio de Trento (1546), se presentó oficial y dogmáticamente la lista íntegra del Nuevo Testamento.
El criterio objetivo y último para la aceptación del Canon del Nuevo Testamento será siempre la revelación hecha por el Espíritu Santo y transmitida fielmente por ella.
En cuanto a criterios secundarios que se tuvieron en cuenta, fueron los siguientes:
1.- Su origen apostólico (o de la generación apostólica).
2.- Su ortodoxia en la doctrina.
3.- Su uso litúrgico antiguo y generalizado.