Ángelus (VIDEO)
Debemos cuidarnos de las cadenas que sofocan nuestra libertad ha sido la advertencia del Papa Francisco este domingo, antes de rezar la oración mariana del Ángelus: Pienso en las adicciones, que nos hacen esclavos, siempre insatisfechos y devoran energía, bienes y afectos; otra cadena: pienso en las modas dominantes, que nos empujan al perfeccionismo imposible, al consumismo y al hedonismo, que mercantilizan a las personas y desvirtúan sus relaciones.
Las adicciones y las modas son para el Papa las dos cadenas más fuertes que pueden apresar nuestro corazón, pero no las únicas. El Papa este mediodía, asomado desde el balcón pontificio, también ha agregado a la lista de estas cadenas que atentan contra nuestra libertad, las tentaciones, el miedo, la intolerancia y la idolatría del poder: También están las tentaciones y los condicionamientos que socavan la autoestima, la serenidad y la capacidad de elegir y amar la vida; otra cadena: el miedo, que hace mirar al futuro con pesimismo, y la intolerancia, que siempre echa la culpa a los demás; y luego está una cadena muy fea, la idolatría del poder, que genera conflictos y recurre a las armas que matan o se sirve de la injusticia económica y de la manipulación del pensamiento. Tantas cadenas, tantas están en nuestra vida.
Francisco ha basado su reflexión de hoy en el Evangelio hodierno según San Marcos, que presenta a Jesús liberando a una persona poseída por un espíritu maligno que la destrozaba y la hacía gritar sin cesar, para confirmar que Jesús vino a liberarnos de todas estas cadenas: Jesús tiene el poder de echar al diablo. Jesús libera del poder del mal, pero -tengamos cuidado- ¡expulsa al diablo, pero no conversa con él!.
Por tanto, otra advertencia de Papa en este último domingo de enero es no dialogar con el diablo: Tened cuidado: con el diablo no se dialoga, porque si entráis en diálogo con él, él gana, siempre.
Para Francisco, la manera más eficaz de liberarnos de estas cadenas es no dialogar con el diablo pero sobre todo invocando a Jesús, pues es Él quien, con la fuerza de su Espíritu, quiere repetir al maligno también hoy: Vete, deja en paz ese corazón, no dividas el mundo, las familias, nuestras comunidades; déjalas vivir en paz, para que florezcan allí los frutos de mi Espíritu, no los del tuyo. Para que reine entre ellos el amor, la alegría, la mansedumbre, y en lugar de la violencia y los gritos de odio, haya libertad y paz, respeto y cuidado hacia todos.