Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José
Llegamos a este tercer domingo
del tiempo de Adviento, al cual la Iglesia le ha dado el nombre de Gaudete, palabra latina que significa Alégrense, regocíjense.
Este nombre nace del mensaje de la
palabra de Dios que se proclama en este domingo. Se nos está llamando a estar alegres porque
el Señor está cerca.
Junto al llamado que se nos ha
hecho durante estas semanas a vivir la virtud de la esperanza, hoy se nos dice que esta esperanza cristiana nos debe
ayudar a estar alegres.
Esta alegría proviene porque
vemos ya cercana la celebración de la Navidad que llena de gozo y regocijo el
corazón de todos los creyentes, pero es importante que, a la luz de la Palabra,
reflexionemos sobre qué -o mejor dicho quién- motiva esta alegría.
La alegría que el cristiano está
llamado a vivir es un gozo que viene de la certeza de saber que Jesús está
cerca, es más, que ya está en medio de nosotros, como lo ha anunciado el
Bautista. Es el gozo de saber que ese
Jesús que entra en nuestra historia es el Emmanuel
el Dios con nosotros, el Mesías
esperado, el Dios que nos salva.
Es la alegría que también el
profeta Isaías exhorta a vivir, cuando en la primera lectura invita al júbilo
porque el Señor nos ha revestido con vestiduras de salvación y nos ha cubierto
con el manto de justicia.
También Pablo deja claro, en la
segunda lectura, que la alegría cristiana radica en la inminente llegada del
Señor y en la certeza del cumplimiento de todas sus promesas de salvación.
Por tanto hermanos, esta alegría
a la que nos llama la Palabra es saber con total certeza que Dios está con nosotros,
así nos lo ha recordado el papa Francisco,
«La alegría es esto: orientar hacia
Jesús. Y la alegría debe ser la característica de nuestra fe. También en los
momentos oscuros, esa alegría interior de saber que el Señor está conmigo, que
el Señor está con nosotros, que el Señor ha resucitado. ¡El Señor! ¡El Señor!
¡El Señor! Este es el centro de nuestra vida, este es el centro de nuestra
alegría» (13.12.2020).
Asimismo dice el recordado papa Benedicto XVI nos decía que
la alegría no es algo que nace del divertirse
que etimológicamente significa desentenderse de las obligaciones y de los
empeños de la vida, sino que es algo que nace del encuentro con Dios y de dejar
que el Espíritu guíe nuestra vida (cfr. Angelus, 13.12.2009).
A partir de esto podemos entender claramente la primera parte
de la lectura del profeta Isaías, cuando habla del Espíritu que unge y que
envía al Mesías de Dios, para «anunciar
la buena nueva al pobre, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los
cautivos, la libertad a los prisioneros»,
porque nos indica que la alegría cristiana no es ausencia de sufrimiento, sino
que es el fruto de la esperanza cristiana que nos asegura que a pesar de las
situaciones difíciles, Dios está a nuestro lado y todo lo transforma en
salvación. Y esto es certeza, porque
Cristo ya lo ha hecho al transformar la Cruz en Gloria y la muerte en vida.
Pero este Espíritu no unge y envía únicamente al Mesías
Salvador, sino que todo bautizado y todo confirmado también es ungido y enviado
por el Espíritu Santo para testimoniar a Cristo, para anunciar su mensaje de
salvación y para hacer presente la cercanía y la misericordia de este Dios que
salva.
Por tanto hermanos la alegría cristiana va más allá de un
bello sentimiento, que podría caer incluso en individualismo. La alegría cristiana es compartir con el
hermano, con signos concretos de amor y compasión, el gozo de la salvación, el
gozo de la misericordia, el gozo de la certeza de una vida perfecta junto a
Dios.
No es una alegría que esconda o cubra el sufrimiento, sino
que es el gozo de acompañar el sufrimiento del hermano con nuestra solidaridad
y de experimentar la cercanía y la ternura de Dios en medio de nuestros propios
sufrimientos.
Sigamos este recorrido del tiempo de Adviento, anunciando con
auténtica alegría cristiana la verdadera razón de estas fiestas que están próximas: Cristo está cerca, -es más- ya está con
nosotros y nos salva.