Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
Estamos
celebrando el tiempo litúrgico del Adviento, un tiempo de espera gozosa en el que
nos preparamos a conmemorar un nacimiento que es luz para los pueblos y
esperanza para toda la humanidad. A
diferencia de la agitación comercial, que a menudo acompaña el Adviento, este
tiempo invita a la calma y a la reflexión. Es un periodo para alejarse del
bullicio y de encontrar momentos de silencio.
Por
ello, considero necesario retomar algunos aspectos claves de la espiritualidad
del Adviento que reflejan la riqueza y profundidad de este tiempo litúrgico:
1. Tiempo
de oración: El Adviento no se vive como una
mera conmemoración del pasado, sino como una espera activa y real de la
plenitud de las promesas de Dios. Durante este tiempo, se destaca la
importancia de la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, así como de la
atención a la voz de Dios a través de las lecturas bíblicas en la liturgia. Se
fomenta una oración confiada, reconociendo que el Señor cumple sus promesas y
preparando los corazones para la segunda venida de Cristo.
2. Tiempo
de esperanza: Adviento renueva
nuestra esperanza recordando las promesas ya cumplidas. En estos días previos a
la Navidad, la Iglesia conmemora la espera del Mesías y recuerda a figuras como
Zacarías, Isabel, Juan, José y María. Este enfoque invita a mirar la historia
del mundo y nuestras vidas con esperanza, buscando llevar la luz de Cristo de
manera constructiva en todos los aspectos de la vida personal y social. Para
preparar la llegada de la luz que "nace de lo alto", se nos insta a
abrirnos a ella, examinarnos interiormente y permitir que la luz del bautismo
guíe nuestros actos cotidianos.
3. Tiempo
de Reconciliación: En el tiempo de
Adviento la Iglesia nos invita a vivir con más intensidad la búsqueda de la
reconciliación con Dios, destacando la figura de Juan el Bautista como un
testigo fundamental de esta preparación espiritual. La Iglesia, cada año,
actualiza el testimonio de Juan, recordando que nuestra misión es preparar los
caminos del Señor y anunciar la Buena Noticia, pero esto requiere una
conversión genuina.
Juan
es el predicador de la conversión y la renovación, enfatizando el llamado a
volver a la caridad y al verdadero amor. Preparar los caminos del Señor implica
asumir el papel de Juan, exhortando a la conversión y al cambio de vida,
empezando por nosotros mismos.
4. Tiempo
de solidaridad: La espiritualidad del
Adviento resulta, también, una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho
por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo,
servidora de la humanidad, solidaria con los gozos y fatigas de todos los
hombres y mujeres de nuestra sociedad, reserva de esperanza y de gozo. La
auténtica conversión implica siempre la solidaridad con el prójimo y la opción
por los más vulnerables. Vivamos disponibles con quien necesita nuestra efectiva
cercanía. Seamos especialmente generosos, el Adviento es una magnífica ocasión
para hacer real y eficaz nuestra solidaridad con quienes sufren.
5. Tiempo
de María: La
primera venida del Señor se realizó gracias a ella, por ello, todas las
generaciones la llamamos Bienaventurada. Hoy, nuestra mirada se vuelca en
nuestra Madre, para aprender, con estremecimiento y humildad agradecida, cómo
se espera y cómo se prepara la venida del Emmanuel, del Dios con nosotros. Más
aún, para aprender también cómo se da al mundo el Salvador.
Durante
el tiempo de Adviento, la liturgia celebra con frecuencia y de modo ejemplar a
la Virgen María; exalta la actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret
se adhirió, total e inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios. También, por
su figura se nos ofrece la oportunidad de proclamar la grandeza de la
maternidad desde la concepción. Superando así toda ideología de muerte y
deshumanización.
En
lugar de centrarnos en el consumismo y las festividades externas, dirijamos la
atención hacia el significado más profundo de este tiempo. Cultivemos la
esperanza con la preparación interior para recibir al Señor, "Luz de los
pueblos" que disipa toda oscuridad. En Él encontramos el verdadero gozo.