Columna de opinión
Pbro. Luis Hernández Solís, periodista.
Desde
inicios de este 2023, mucho se ha dicho sobre el rezago en el que hemos caído
en materia de seguridad y diversos sectores manifiestan que la inversión en
tecnología, trabajo conjunto y medidas preventivas son necesarias para combatir
los crímenes.
En
Costa Rica, los medios de comunicación nos están llevando; muy a nuestro pesar,
a familiarizarnos y hasta a normalizar el tema de la violencia con la que
actúan algunas organizaciones criminales en ciertas zonas del territorio
nacional.
Los
ajusticiamientos, asaltos, incautaciones de drogas y otros productos se están
volviendo pan de cada día, mientras que las estadísticas hablan de que sólo un
pequeño porcentaje de estas acciones corresponden al 100% de los productos
ilegales que se trasiegan por el país. Esto ha llevado a que el territorio
nacional se convierta en una batalla campal entre grupos criminales y la
policía.
Ante
este panorama salta a la vista la pregunta: ¿En manos de quiénes estamos los
costarricenses? ¿Quién o quiénes están
velando por nuestra seguridad?
No
hay duda de que, en el sentir de la inmensa mayoría de la población nacional, hay
que cuestionar: ¿Dónde están nuestros cuerpos policiales?
Para
el 2001, nuestro país contaba con cerca de 10 cuerpos de policía sólo por parte
del Ministerio de Seguridad, sin mencionar a los del Organismo de Investigación
Judicial, Tránsito, Hacienda, entre otras instituciones.
Nuestro
sistema policial cuenta con los mejores complejos de la región para la
formación y capacitación de los cuerpos que velan por el orden y la prevención
del delito, pero al parecer esas instalaciones; de las cuales hacemos alarde en
distintos foros, se quedan cortos para la gran sensación de inseguridad en la
que nos encontramos inmersos.
¿De
qué nos vale contar con las mejores instalaciones de formación e inteligencia
en seguridad nacional, cuando la mayoría de las delegaciones policiales se
encuentran en pésimas condiciones? ¿Qué ganamos con presumir ser el país "más
feliz del mundo" cuando los oficiales de policía tienen que recurrir a la
solidaridad de las comunidades para reparar las patrullas y unidades, las
cuales deberían estar en óptimas condiciones para velar por la seguridad de
nuestras comunidades?
Frente
a este panorama podríamos preguntarnos ¿si esa es la realidad externa o superficial
a la que nos enfrentamos cómo será la más profunda?
En
un reportaje realizado por este servidor se dio a conocer que nuestros policías,
pese a que cuentan con tan extraordinarias instalaciones para su formación, no
reciben capacitaciones, ni actualizaciones, ni tampoco la oportunidad para
practicar el uso de armas en los tan afamados polígonos de tiro del Ministerio
de Seguridad.
¿Será
necesario que nuestros policías regresen a las aulas y a los campos de
entrenamiento para hacer frente a la nueva realidad que nos aqueja y para la
cual no fueron formados?
La
prensa dio a conocer el pasado jueves 5 de octubre que la Asamblea Legislativa
aprobó una moción para instar al Poder Ejecutivo a declarar emergencia nacional
la crisis de seguridad que atraviesa el país, para así poder dotar de mayores
recursos económicos a las instituciones encargadas.
Autoridades
y medios de comunicación hablan de la insistencia de aumentar los recursos para
el reforzamiento en personal y armas de las distintas policías, pero nadie se
ha preguntado si la policía que tenemos ¿es la policía que necesitamos?
Nuestros
gobernantes desde 1948 hicieron una opción por el modelo de policía que nuestro
país requería en aquel contexto. Un
modelo que sin duda ha venido en crecimiento con el paso del tiempo. Dependerá
de nuestras autoridades de turno el que en esta ocasión quieran marcar la senda
para tener el modelo de policía que todos los costarricenses queremos y
necesitamos, a fin de que sigamos cantando con orgullo: ¡Vivan siempre el
trabajo y la paz!