Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José
«Dar al César lo que es del César y dar a
Dios lo que es de Dios», esta frase dicha por Jesús ante una pregunta
capciosa que se le realiza, la hemos escuchado muchas veces y se ha utilizado
de manera incorrecta también en muchas ocasiones.
Al
decir que ha sido mal utilizada, me refiero a que, algunas personas, se escudan
en esta frase para afirmar que una cosa es la vida espiritual y otra la vida
social, que son dos realidades que pueden ser separadas y que una no se vincula
con la otra.
Pero
la totalidad de las lecturas de este domingo nos permiten comprender mejor esta
frase, que nunca, como ninguna frase de la Palabra de Dios, puede ser sacada de
contexto para ser utilizada para defender alguna postura o idea personal.
El
profeta Isaías nos habla de un momento histórico muy importante para el pueblo
de Israel. La victoria de Ciro, rey de
Persia, contra Babilonia, que permite al Pueblo Elegido salir del exilio y
regresar a la Tierra Prometida.
El
Señor, por medio del profeta, alaba la figura de Ciro, incluso dándole el
título de ungido, palabra que se
utilizaba sólo para designar a los reyes de Israel, nunca a un rey pagano. Pero en medio de todas estas alabanzas, el
Señor también deja claro que todo el poder humano que tiene en ese momento Ciro
es dado por Él: «Yo te llamé, te di un título,
te he dado autoridad» y que Él es el único Dios: «Yo soy
el Señor y no hay otro».
Esta
primera lectura deja claro que ningún poder humano es superior al poder de Dios
y que es Dios quien da el poder o permite que una persona ostente el
poder. Por esto obedecemos a Dios antes que a los hombres, especialmente cuando el
poder humano busca que nos apartemos de Dios.
La
frase de Cristo en el Evangelio, nace de una pregunta malintencionada, sobre el
pago del impuesto al emperador romano.
Estar de acuerdo con el pago del impuesto haría que fuera considerado traidor
al pueblo hebreo que está bajo la dominación del imperio. Pero decir que estaba en contra del impuesto
lo haría enemigo del imperio y habría razón para procesarlo. Por lo que la intención era dejar en mal a
Jesús, como lo afirma claramente el inicio del evangelio. Pero Él, que es la Sabiduría de Dios, da una
respuesta que los deja desconcertados:
: «dar al César lo que es del César y dar a Dios lo que es de Dios».
Antes
de dar esta famosa respuesta, Jesús pide la moneda con la cual se pagaba el
impuesto. Una moneda que tiene la imagen
del César y por tanto pertenece al César.
De ahí nace la respuesta: «dar al
César lo que es del César».
Pero
la respuesta continúa: «dar a Dios lo que es de Dios». Por lo que debemos preguntarnos, ¿dónde
encontramos la imagen de Dios para darle a Él lo que le corresponde?
La
respuesta la encontramos, también en la Sagrada Escritura, cuando en el génesis
se nos indica que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.
Por tanto, si la moneda que tiene impregnada la imagen del César,
pertenece al emperador romano; es el ser humano, que tiene la imagen de Dios, quien
pertenece a Dios y quien debe ser entregado a Él. Por tanto dar
a Dios lo que es de Dios es darnos nosotros mismos, tener consciencia de
que pertenecemos a Dios y que nuestra vida debe tender siempre a estar con
Dios.
Esto
significa que todas las dimensiones de nuestra vida deben hacer referencia a
Dios y no podemos desvincularlo a Él de ninguna de ellas. Por esto alguien que tiene consciencia de su íntima
relación con Dios, porque somos imagen suya, no puede separar esta realidad de
su vida laboral, profesional, académica, social y por tanto tampoco de una
eventual vida política.
La
consciencia clara de mi vinculación con Dios no disminuye la capacidad del ser
humano a servir en ámbitos públicos, al contrario, lo hace más humano, más
capaz de servir al otro con visión de bien común, de solidaridad, de fraternidad
y de justicia, porque el otro, como cada ser humano, tiene la misma dignidad, la
misma imagen de Dios impregnada en él.
Por
esto, «dar al César lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios» nunca debe utilizarse para separar de la vida de
fe de mis acciones en el plano social.
Así nos lo ha
recordado el papa Francisco al afirmar que Jesús «reconoce que se debe pagar
el tributo al César, porque la imagen sobre la moneda es la suya; pero, sobre
todo, recuerda que cada persona lleva en sí otra imagen - la llevamos en el
corazón, en el alma -, la de Dios, y por tanto es a Él, y solo a Él, a quien
cada uno debe la propia existencia, la propia vida. En esta sentencia de Jesús no solo se
encuentra el criterio para la distinción entre la esfera política y la
religiosa, sino que de ella también emergen orientaciones claras para la misión
de los creyentes de todos los tiempos» (18.10.2020).
Pidamos
por tanto el don del Espíritu Santo, para que, como la comunidad de Tesalónica
a la que Pablo dirige la segunda lectura, todas nuestras palabras y acciones,
den frutos abundantes, nos unan más a Dios y nos permitan llevar al encuentro
con Dios a muchos hermanos, sin importar nuestra vocación o el ámbito laboral
en el cual nos desenvolvemos.