Ángelus (VIDEO)
A mediodía de este domingo de la XXVI semana del Tiempo Ordinario, el Pontífice ha comentado el evangelio hodierno según San Mateo, en el que el evangelista presenta la parábola de los dos hijos. Hoy el Evangelio habla de dos hijos, a los que el padre pide ir a trabajar en la viña. El primero responde inmediatamente sí, pero luego no va. El segundo, en cambio, al inicio se opone, pero luego lo piensa bien y va.
Francisco explica que el problema no está aquí tan ligado a la resistencia a ir a trabajar en la viña, sino en la sinceridad o menos frente al padre y frente a uno mismo. De hecho, continúa el Papa, aunque ninguno de los dos hijos se porta de manera impecable, el primero miente, mientras que el segundo se equivoca, pero permanece sincero.
El segundo hijo, en cambio, es sincero dice el Papa no es perfecto pero sincero. Aunque nos hubiera gustado verlo decir sí inmediatamente, al menos explica Francisco manifiesta de manera franca y en un cierto sentido valiente su reticencia. Se asume, por lo tanto, la responsabilidad de su comportamiento y actúa bajo la luz del sol. Luego, con esta honestidad de base, termina poniéndose en discusión, llegando a entender que se ha equivocado y regresando por sus pasos. Es, podremos decir, un pecador, pero no un corrupto señala el Papa.
Francisco asegura que para el pecador hay siempre esperanza de redención, mientras que, para el corrupto, en cambio, es mucho más difícil. De hecho dice sus falsos sí, aparentemente elegantes pero hipócritas y sus ficciones convertidas en habito son como un grueso muro de goma, detrás del cual se resguarda de la voz de la conciencia.
Tras presentar el evangelio del día, el santo Padre ha invitado a mirarse a uno mismo y preguntarse: ¿Frente al cansancio de vivir una vida honesta y generosa, de comprometerme según la voluntad del Padre, estoy dispuesto a decir sí cada día, aunque cueste? Y cuando no lo conseguimos, ¿soy sincero en el enfrentarme con Dios sobre mis dificultades, mis caídas, mis fragilidades? ¿Cuándo me equivoco, estoy dispuesto a arrepentirme y a regresar sobre mis pasos? ¿O hago como si nada y vivo llevando una máscara, preocupándome solo en aparecer como bueno y correcto? En definitiva, soy un pecador, como todos, ¿o hay en mi algo de corrupto?
Fuente: vaticannews.va