Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
Para
sorpresa de muchos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha planteado
una cuestión que genera controversia y debate: "Llevar a los niños a la iglesia
vulnera sus derechos humanos". Esta afirmación se basa en la premisa de que la
asistencia a centros religiosos debería ser una decisión autónoma de los
menores de edad, en lugar de una imposición de los padres.
Este
pronunciamiento, sin duda alienta a sectores que defienden visiones
parcializadas sobre los derechos de los niños y su relación con la fe, visiones
de colonización ideológica que promueve, desde altas esferas, otros derechos
supuestamente "nuevos" para los niños.
Como sociedad y como pueblo soberano estamos
llamados a discernir y distinguir lo que constituye verdaderos derechos y lo
que podría derivar de intereses sesgados. Preguntémonos: ¿De qué manera las manipulaciones
ideológicas podrían limitar la capacidad de discernimiento y la formación de
opiniones propias de los niños?
El
derecho internacional, en consonancia con el principio del interés superior del
niño, reconoce la importancia de salvaguardar a los niños y adolescentes. Los
Estados, por su parte, asumen la responsabilidad de protegerlos y garantizar
sus derechos y seguridad. En este sentido, es crucial que los gobiernos, sin
interferencias ideológicas y políticas, se comprometan a abordar los verdaderos
desafíos que afectan a la infancia y la juventud.
Los
derechos de los niños abarcan una amplia gama de aspectos, como el derecho a la
vida, al desarrollo, a la igualdad, la educación, la participación y la
privacidad. Estos derechos aseguran un crecimiento integral y seguro para todos
los jóvenes. Además, se centran en la inclusión de personas con discapacidad,
la erradicación de la violencia, el respeto por la diversidad cultural y el
acceso a la tecnología. Agregaría, tienen derecho a conocer la Verdad, para
adherirse y crecer en valores.
Como
Iglesia animamos a reconocer que los infantes y adolescentes son los miembros
más vulnerables de la sociedad y a menudo son quienes sufren con total
impotencia las consecuencias de un sistema injusto. Por lo tanto, hacemos
hincapié en la importancia de respetar la dignidad de los niños, especialmente
en el ámbito familiar. Los derechos de los niños deben ser salvaguardados
legalmente para garantizar su bienestar, especialmente considerando la realidad
de aquellos que carecen de atención médica, educación y vivienda adecuadas.
En
particular, y ante los nuevos desafíos, debemos dar la lucha para que se
promueva el respeto de la inviolable dignidad y de los derechos del niño, del
reconocimiento de la misión y derecho fundamental de los padres en la educación,
además de la necesidad de un ambiente social estable que pueda favorecer el
desarrollo psíquico, cultural y moral de cada niño.
La
defensa y promoción de los derechos de los niños es una responsabilidad
continua e inquebrantable. Con especial firmeza dice el Papa Francisco,
"el niño vulnerado no tiene tiempo para esperar programas y planes a largo
plazo. No tiene tiempo, es ahora".
Estas
palabras del Santo Padre resaltan la necesidad de tomar medidas concretas de
manera inmediata para proteger y mejorar la vida de todos los niños. Asimismo,
la demora en la implementación de programas y planes a largo plazo no es
aceptable, cuando se trata de la seguridad y el bienestar de los indefensos. La
realidad que vivimos exige acciones concretas en el presente.
En
un contexto donde la educación y el desarrollo de los más jóvenes son elementos
cruciales para el futuro de nuestra sociedad, resulta fundamental brindarles
perspectivas formativas y de pensamiento, que les permita tener un espíritu
crítico, ante la información que les llega. Por tanto, es imperativo que los
niños no sean sometidos a manipulaciones ideológicas que puedan limitar su
capacidad de discernimiento y su habilidad para formar opiniones propias, pero,
racionales y coherentes.
Imploremos a la Virgen Niña, la protección
de todos los niños, que son un verdadero tesoro.