La palabra de Dios proclamada este Domingo XIX del Tiempo Ordinario, nos recuerda que el cristiano está llamado a confiar plenamente en Dios y que, a pesar, de las adversidades que se presentan en la vida, el Señor siempre sale a nuestro encuentro.
La primera lectura nos presenta al profeta Elías, que está huyendo. Su predicación no ha gustado al rey Ajab y especialmente ha disgustado a la reina Jezabel, que lo busca para matarlo. Elías, por indicación del Señor huye y se refugia en el Horeb, que es lugar que el mismo YHWH le ha indicado. Esta es la montaña santa, lugar sagrado en el que la Sagrada Escritura recuerda que se han dado grandes teofanías.
La narración del libro de los Reyes, indica que mientras Elías espera las indicaciones del Señor, se dan fenómenos naturales, tempestad, terremoto y fuego, que siendo manifestaciones del poder de Dios, porque Dios todo lo ha creado y todo lo gobierna (Cfr. Ps. 66, 7), no son el lugar ni el momento donde el profeta se encontrará con Dios.
Le teofanía, la manifestación de Dios, se dará en el murmullo de la brisa suave. Es en el silencio, en la tranquilidad, en aquello que da serenidad al corazón del profeta, donde Dios se va a manifestar y donde el profeta lo adorará y escuchará las indicaciones para seguir su camino.
El relato del Evangelio de San Mateo nos presenta dos escenarios: Jesús, en silencio, tranquilo, solo y orando al Padre y, los discípulos, por el contrario, viven un momento de temor, por un fenómenos natural. Una tempestad en el mar de Galilea que azotaba la barca que parecía hundirse.
Nos vuelve a presentar la palabra, como en la primera lectura, que es en el silencio y la paz donde Dios se manifiesta.
El temor de los apóstoles, parece ser completamente normal, completamente humano, pero parece contradictorio e injustificado, ya que pocas horas antes habían visto el gran milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Así inicia el evangelio de este Domingo: «luego de la multiplicación de los panes». Es decir, la tempestad en el lago se da, luego del milagro de la multiplicación de los panes y los peces (evangelio que no escuchamos la semana anterior, porque celebrábamos la fiesta de la Transfiguración del Señor) y por tanto, los mismos que contemplaron dicho milagro, ahora se llenan de temor ante la situación de la tempestad.
San Mateo, presenta además otro elemento y es que Jesús camina por las aguas. En medio de la tempestad, Cristo, el Emmanuel, el Dios con nosotros, es más poderoso que aquella fuerza natural, es más, gobierna la fuerza de la naturaleza, porque él es la palabra por la que todo fue creado (Col. 1, 16). Cristo camina sobre el mar para llegar hasta donde están sus discípulos, calmar sus temores y para amainar la tempestad.
Aun habiendo sido testigos de la multiplicación de los panes, los apóstoles se asombran, se asustan ante el signo milagroso de Cristo, creen ver un fantasma y Pedro, en la impulsividad que lo caracteriza, pide poder caminar, él también sobre las aguas, para creer que el que viene hacia ellos es Jesús.
En su caminar por las aguas, Pedro siente miedo y se hunde, Cristo le recrimina Hombre de poca fe. Una recriminación que incluye al resto de los doce. Todos habían sido testigos del milagro de los panes y todos continúan siendo temerosos ante la dificultad.
El relato termina estando Jesús en la barca, con la tempestad que llega a su fin. Y nuevamente en la calma y la brisa suave, Dios se manifiesta y los apóstoles se postran en adoración.
El recordado papa Benedicto XVI, siguiendo a los Santos Padres, resumía de manera muy hermosa las lecturas de este domingo: «El mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica toda clase de tribulaciones y dificultades que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles. Jesús quiere educar a sus discípulos a soportar con valentía las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se reveló al profeta Elías en el monte Horeb en el ?susurro de una brisa suave? [?] la experiencia del profeta Elías, que oyó el paso de Dios, y las dudas de fe del apóstol Pedro nos hacen comprender que el Señor, antes aún de que lo busquemos y lo invoquemos, él mismo sale a nuestro encuentro, baja el cielo para tendernos la mano y llevarnos a su altura; sólo espera que nos fiemos totalmente de él, que tomemos realmente su mano» (07.08.2011).
¿Cómo se actualiza en nuestra vida esta Palabra?
Este domingo la palabra nos recuerda que en medio de situaciones difíciles y adversas, especialmente aquellas que no tenemos la capacidad de controlar o evitar, es normal sentir temor.
Pero también la palabra nos recuerda que Dios nunca nos deja solos, Él sigue actuando y llevándonos de su mano en medio de toda tempestad. Él nos pide tener fe, nos pide confiar en Él, nos pide recordar todas las maravillas que continuamente realiza y cómo en tiempos de dificultad, Él las sigue realizando.
Nos dice que el temor desmedido nos puede hundir, como Pedro caminando por las aguas, por esto nos recuerda que es la fe en Él lo que nos mantendrá de pie, aun cuando todo pareciera tormenta, terremoto y fuego.
Y finalmente nos dice que Él sigue estando en el silencio de la oración, en la escucha atenta de su palabra, en el servicio solidario, fraterno y silencioso, en fin, en todo aquello que trae paz al corazón; es ahí donde nos encontramos con el Señor y podemos tomar su mano que nos guía y nos protege.