Reciban un saludo muy cordial a quienes con devoción y respeto comparten esta
celebración litúrgica de acción de gracias al Señor por permitir la mediación
materna de la Santísima Virgen María a favor de la nación costarricense y del
mundo entero.
A quienes han visitado en estos días a la Reina de Costa Rica, venidos desde las siete
provincias de esta tierra de bendición, les bendecimos y les deseamos que el Señor
Jesucristo les conceda su favor por medio de la intercesión maternal de la Madre
de Jesús.
Este dos de agosto celebramos los 388 años del hallazgo de la Venerable imagen de
la Negrita, el signo religioso más esplendoroso de la fe y la piedad mariana de la
Iglesia Católica de nuestro país, quien hace visible el amor profundo que tiene la
Hija de Sion por esta tierra que tanto necesita hoy, como siempre, de la protección
maternal y de la Beatísima Trinidad para conservar la vida humana, los derechos
humanos fundamentales, la naturaleza, el bien común y una solidaria
administración de los bienes del Estado para que todos los habitantes de Costa Rica
vivan siempre con trabajo y en paz.
Bajo el lema: María, discípula y madre ¡Muéstranos a Jesús! Hemos querido
exhortarles a valorar a la mujer, bendita entre todas las mujeres, como la Madre del
Hijo de Dios y discípula del Señor, como el camino para llegar a Aquél que nos dio
la salvación y nos llama a vivir el mandamiento del amor. Por eso, le pedimos que
nos muestre a Jesús. La principal motivación del por qué miles de fieles han venido
este año al Santuario Nacional de la Reina de los Ángeles.
Un lema que recorre la Palabra de Dios proclamada en este acontecimiento
salvífico, pues conmemoramos la pasión, muerte y resurrección del Señor con esta
asamblea santa reunida alrededor del altar, quien en la oración colecta le hemos
pedido al Padre que, a imagen de María, la Iglesia, llena de amor, se entregue
plenamente a la gloria de Dios, al servicio de los hombres y se manifieste como
sacramento del amor de Dios. Tareas fundamentales que todos los creyentes
cristianos, en general, y católicos, en particular, estamos llamados a vivir todos los
días para la transformación y santificación del orden establecido, pues los signos
que miramos a nuestro alrededor no son nada agradables a los ojos de Dios:
violencia en las familias, hermanos asesinados a sueldo dejando sufrimiento en
madres, esposas, hijos, muertes en carretera por imprudencia y falta de sensatez,
ideologías contrarias a la ley natural y divina con decisiones políticas y sociales
promovidas por cristianos católicos, desde el seno de familia hasta las estructuras
más consolidadas de la Nación costarricense.
Un lema que se resalta en la primera lectura proclamada del libro del Eclesiástico,
María madre de Jesús.
El autor sagrado nos recuerda que la Sabiduría de Dios habitará en nuestro pueblo
para ser amada por todos; para que nos saciemos de sus frutos y disfrutemos de su
heredad y así la recordemos para siempre actuando según sus preceptos.
Esta Sabiduría se encarna en el seno virginal de María, haciéndola su Madre, y se
llama Jesús, el Cristo, el Ungido por el Padre, quien nos exhorta a vivir un Evangelio
convincente para respetar la voluntad de Dios sobre todas las creaturas,
sentenciando: los que me escuchan no tendrán de qué avergonzarse y los que se
dejan guiar por mí no pecarán.
Una sentencia que, a primera vista, no se cumple a cabalidad de parte de muchos
de nosotros, pues nuestra realidad nacional, e incluso internacional, carece de la
escucha fiel de la voluntad de Dios: el mundo se debate entre la guerra y la paz, la
injusticia y la justicia, la verdad y la mentira, el odio y el amor, el placer desordenado
y el amor verdadero, lo banal y lo fundamental: niños agredidos por sus propios
padres, ancianos abandonados por sus propios hijos, familias viviendo en
condiciones infrahumanas mientras que otras en la opulencia gracias al narcotráfico
y el blanqueado de capitales en perjuicio de la dignidad humana y el respeto a las
leyes de la república. En este sentido, exhortamos a las autoridades civiles propiciar
políticas estatales a favor de la seguridad social de los costarricenses para vivir en
armonía los unos con los otros.
Un lema que se resalta en el Salmo Responsorial cuando clamamos: vengan hijos y
escúchenme: les instruiré en el temor del Señor. María, la madre y discípula, en su
tiempo enseñó con su vida, su piedad, su palabra, el temor del Señor y hoy nos lo
recuerda. El temor del Señor implica respeto y obediencia a Dios y del creyente
actitudes cristianas como la adoración al Dios vivo y verdadero, la alabanza a su
Nombre, el amor verdadero a un Dios justo y misericordioso y como consecuencia
el Señor lo bendice copiosamente y nunca le faltará lo necesario.
¿Nunca le faltará lo necesario? Se preguntarían algunos de ustedes y dirían "pero
yo veo que hay hambre en Costa Rica, desempleo, explotación laboral, sexual,
habitantes de la calle, mientras muchos comen poco, pocos comen mucho, entre
otras situaciones" y que... ¿nunca le faltará lo necesario?
Pues yo les digo: No es que Dios nos ha abandonado ni la madre de Jesús ha dejado
de interceder por nosotros, sino que nosotros lo hemos abandonado, hemos
cambiado su rostro por otros rostros de dioses falsos como la opulencia, la
injusticia, la desobediencia, el poder para manipular las conciencias de nuestros
niños, adolescentes y jóvenes con ideologías nefastas que promueven el libertinaje
y el desorden social en perjuicio de la familia y la institucionalidad del Estado de
derecho de nuestra República y cuyo origen está en la ausencia de Dios en la vida
familiar y social de este país, por ejemplo, preferimos gastar dinero en campañas a
favor de la anticoncepción en lugar de promover una sana convivencia afectiva y
reproductiva, promover leyes defensoras de los derechos de los niños y
adolescentes sin considerar sus deberes familiares y cívicos de manera equitativa.
Signos reveladores que estamos alejándonos cada vez más de nuestro Dios.
Un lema que se refleja en la segunda lectura del Apóstol San Pablo a los Gálatas,
cuando él nos recuerda que Jesús nació de una mujer, nacido bajo la ley; para
rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos. Hijos de Dios
por medio del Hijo, nacido de María, Nuestra Señora de los Ángeles; para ser
herederos de los bienes celestiales y terrestres por voluntad de Dios.
¿Qué significa ser herederos de los bienes celestiales y terrestres? Mis amados
hijos, nos diría María, nuestra señora: son las gracias que Dios Padre por su Hijo en
el Espíritu Santo da a cada uno y, yo como madre de ustedes, intercedo para que
sean bien aprovechadas. Por ejemplo, se nos dio la salvación eterna, pero se
comienza a vivir aquí y ahora; se nos da carismas, dones y ministerios para santificar
el mundo y bienes terrenales para vivir con dignidad y en condiciones humanas para
tener una excelente calidad de vida. Una tarea fundamental de todo creyente en el
Dios de la Biblia.
Un lema que se refleja en el santo Evangelio proclamado según San Juan. El
evangelista nos regala una estampa bellísima de lo que significa el amor verdadero:
la madre ante el hijo y el hijo ante la madre frente a la muerte y una muerte de cruz.
Así María nos muestra a Jesús: crucificado por nosotros, por amor a la humanidad
y Jesús nos muestra a María: traspasada por una espada en su corazón, por amor a
la humanidad, mirando cómo la misma humanidad sacrifica al dador de la vida. Uno
de los misterios más sublimes de nuestra fe: la sangre del cordero degollado que
redime a la humanidad y le da una esperanza, no solo de vida eterna, sino de
perdón y vida en abundancia aquí en este mundo.
En la fe cristiana, el discípulo que recibe a María en su casa es signo de cada uno de
nosotros que estamos llamados a recibir a María en nuestros corazones y entre los
muros de nuestra casa y si la recibimos, recibimos también a Jesús, quien desea una
nación diferente. Hoy hemos venido a la casa de la Madre y ahora le pedimos que
ella se vaya con nosotros a nuestras casas y se lleve a su Hijo, ¿para qué? Para que
construyamos una nación digna para todos los costarricenses y quienes vienen de
otras latitudes a vivir entre nosotros, para que las autoridades gubernamentales
legislen a favor de los ciudadanos, los administradores sean honestos en la toma de
decisiones, los jueces sean justos en la aplicación de las leyes, los líderes religiosos
anuncien un Dios de justicia, amor y paz, los líderes sindicales aporten al desarrollo
y promoción de la persona humana y su dignidad, los educadores y padres de
familia promuevan una educación de calidad y una exigencia académica capaz de
responder a los desafíos de la actualidad, entre otros.
Amados hermanos, hemos recorrido un camino de meditación; hemos meditado
en la palabra de Dios y reflexionado, desde nuestra realidad nacional e
internacional, sobre situaciones que debemos mejorar según la vocación y misión
de cada uno de nosotros. El que tiene la autoridad, que actúe según su autoridad,
quien toma las decisiones que lo haga con veracidad y honestidad y que todos
nosotros busquemos siempre el bienestar de la Nación bajo el límpido azul de su
cielo y con el patronato santo de Nuestra Señora de los Ángeles. Amén.