Mons. Daniel Blanco Méndez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de San José
Durante estos últimos domingos hemos
estado escuchando el Discurso en
parábolas del capítulo XIII del evangelio de San Mateo, en el cual Jesús narra
distintas parábolas sobre el Reino.
En su predicación Jesús, ha dicho
que el Reino es acogido de distintas maneras, según el corazón de cada ser
humano (parábola del sembrador), que ese Reino se desarrolla entre el bien y el
mal (parábola del trigo y la cizaña) y que ese Reino se caracteriza por la
forma misteriosa en que Dios actúa, porque en medio de las situaciones difíciles,
este Reino es fermento y da vida al mundo (parábolas de la levadura y la
semilla de mostaza).
Este domingo, en las últimas
parábolas de este discurso, Jesús indica que aquel que logra descubrir la
grandeza de ese Reino, será capaz de desprenderse de todo, incluso de lo que
pareciera más valioso a los ojos humanos, para quedarse con las riquezas que
solamente se pueden encontrar en Dios.
La Liturgia de Palabra, nos
presenta, junto a este texto evangélico, el pasaje del Primer libro de los
Reyes, en el cual Salomón, consciente de su pequeñez ante la grandeza de su
misión como rey de Israel, no pide los poderes humanos que un soberano buscaría
conseguir (riquezas, conquistas, poder económico y militar), sino que pide
sabiduría para poder llevar adelante su reinado según la voluntad de Dios,
discerniendo entre el bien y el mal y siendo un gobernante justo, siendo
consciente que ha sido puesto en el trono de Israel para ser servidor de Dios y
del pueblo elegido.
La súplica que hace Salomón al
Señor, al pedir sabiduría para gobernar Israel, nos recuerda qué es lo que debe
ser realmente importante para toda persona humana y esto es precisamente lo que
Jesús, con las parábolas del evangelio de este domingo nos quiere hoy enseñar.
Ante elementos de gran riqueza,
humanamente hablando, los personajes de las parábolas fueron capaces de dejar
todo lo que antes tenían para adquirir el campo con el tesoro escondido o para
comprar la perla preciosa. Porque aquello
que se ha encontrado es más valioso que todo lo que anteriormente se poseía.
Porque el Reino, nos dice el papa
Francisco : "es lo contrario de las cosas superfluas que ofrece el mundo,
es lo contrario de una vida banal: es un tesoro que renueva la vida todos los
días y la expande hacia horizontes más amplios". (26.07.2020).
Por esto, quien descubre el Reino,
es decir, quien descubre la presencia de Dios en el mundo que con su amor todo
lo renueva, descubre que todo lo que tiene y todo lo que ha tenido no se
compara con lo que Dios nos da, que absolutamente nada puede darnos la
felicidad que encontramos en el Señor, que nada ni nadie puede satisfacernos en
plenitud, sino sólo Dios, su amor y su misericordia. Por eso deshacerse de todo para poder
adquirir lo que el Reino nos da, no causa tristeza, ni sufrimiento, al
contrario, llena el corazón de la plena y auténtica alegría, la que da
encontrar a Cristo, el verdadero tesoro, la perla invaluable. Abandonarlo todo para poseer el Reino de Dios,
es lo que dará plenitud a nuestra vida.
Nos decía San Pablo en la Segunda
Lectura, que para los que aman a Dios
todo les sirve para bien. El apóstol
puede decir eso, precisamente porque él ha hecho esa experiencia, para él su
todo es Cristo, su vida es Cristo, incluso llegará a decir que, por su amor lo he perdido todo, y todo lo
tengo por basura, para ganar a Cristo (Flp. 3, 8).
San Pablo sufrirá mucho, pasará
persecución, cárcel, enfermedades, naufragios, pero puede decir todo me sirve para bien. Su tesoro es Cristo, su alegría es Cristo, lo
ha dejado todo para quedarse con lo que realmente llenó su corazón. Todo lo vivido tiene sentido porque se ha
quedado con las riquezas del Reino.
La palabra de este domingo, es un
llamado al compromiso cristiano de optar por el Reino. Es decir optar por Cristo y ser capaces de
encontrar en Él la verdadera felicidad, nos recuerda nuevamente el santo padre
«Somos llamados a asumir la actitud de estos dos personajes evangélicos,
convirtiéndonos también nosotros en buscadores sanamente inquietos del Reino de
los cielos. Se trata de abandonar la carga pesada de nuestras seguridades
mundanas que nos impiden la búsqueda y la construcción del Reino: el anhelo de
poseer, la sed de ganancia y poder, el pensar solo en nosotros mismos» (26.07.2020).
El ser humano, busca constantemente
la felicidad y esa felicidad se ofrece en el mundo, de múltiples formas (poder,
placer, tener). Pero todas estas formas
que se ofrecen como felicidad, o muchas veces no se alcanzan, o si se alcanzan
siempre serán pasajeras y por tanto la felicidad no será plena.
Por eso, este domingo, pedimos al
Señor el don de la sabiduría, como lo hizo Salomón, para encontrar la auténtica
felicidad, ese tesoro invaluable por lo que seríamos capaces de dejarlo todo,
porque sabemos que nunca, nada ni nadie podrá arrebatárnoslo. Esa felicidad es Cristo, su Reino de paz, de
justicia, de solidaridad, de amor. Es la
perla preciosa que llena el corazón a plenitud, porque Él, como hemos pedido en
la oración colecta, multiplica en
nosotros los signos de su misericordia, para que así, también nosotros
seamos colaboradores en la instauración de su Reino en medio del mundo y de
nuestros hermanos.