Mons. José Rafael Quirós Quirós, arzobispo metropolitano de San José
Según
el informe Análisis del mercado laboral y pobreza en Costa Rica,
presentado el pasado mes de mayo por el Instituto de Investigaciones en
Ciencias Económicas (IICE) de la Universidad de Costa Rica (UCR), una de cada
cuatro personas en Costa Rica (el 24,9 %) se ubicó bajo la línea de pobreza
para diciembre del año pasado.
Mientras
tanto, "la pobreza extrema sí creció de forma alarmante en los últimos meses
del año pasado, donde ocho de cada 100 personas en el país fueron incapaces de
satisfacer sus necesidades alimentarias básicas. De hecho, en abril del mismo
2022, el porcentaje de pobreza extrema fue del 6 %, con lo que se puede
concluir que este rubro creció dos puntos porcentuales en tan solo ocho meses".
Detrás
de estas cifras están los rostros y las historias de miles de personas que en
nuestra sociedad carecen de lo fundamental para satisfacer sus necesidades
básicas en medio de
la pobreza o extrema pobreza, bajo condiciones que ofenden su dignidad humana y
comprometen, por consiguiente, el auténtico y armónico progreso del país.
Costarricenses
que se ven en serias dificultades para obtener alimentos, mientras continúa el fenómeno
de la especulación comercial en productos agrícolas y en materias primas, entre
otros, a pesar del esfuerzo que realizan instancias públicas y económicas para
enfrentar la crisis.
Las
injusticias desdicen la comunión verdadera y la auténtica paz y evidencian que,
no pocas veces, la actividad financiera está guiada por criterios meramente
autorrefenciales, sin consideración alguna del bien común.
Debemos
situar a los pobres como prioridad, darles un espacio adecuado para una
correcta lógica económica y política que promueva, de una buena vez, la
inclusión en la sociedad de las capas de población que a menudo se encuentran
por debajo del umbral de la pobreza extrema. "En particular, la sociedad civil
asume un papel crucial en el proceso de desarrollo, ya que el desarrollo es
esencialmente un fenómeno cultural y la cultura nace y se desarrolla en el
ámbito de la sociedad civil".
Esta convicción acompaña también hoy el quehacer de la Iglesia para con los pobres, en los cuales contempla a Cristo sintiendo cómo resuena en su corazón el mandato del Señor: "Dadles vosotros de comer" (Lc 9,13). Vale decir que la comunidad católica nunca ha estado ausente y da, generosamente, apoyo a las iniciativas de solidaridad que, de forma constante, se promueven en parroquias e instituciones, haciendo cuanto les sea posible para salir al encuentro de Cristo en los hermanos más necesitados.
No podemos dejar en un segundo plano el imperativo: "Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras" (1 Jn 3,18). Los discursos vacíos deben dar paso a hechos concretos pues el amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres. "Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía".
Que
cada uno de nosotros se sienta llamado, desde su realidad, a compartir con los
pobres lo que ha recibido de Dios, para romper el círculo de la indiferencia
que tanto se ha extendido. Ayúdanos Señor, a vivir a tu estilo estando con los pobres, con los más vulnerables, los desamparados, donde tú sigues presente y
necesitado. Siendo una Iglesia pobre.