Seminarista Kevin Vargas
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Estimados hermanos, dice un himno de la liturgia de las horas:
A partir de este hermoso himno propio del tiempo pascual, podemos sacar 3 ideas para nuestra reflexión y crecimiento espiritual en este tiempo de Pascua que estamos viviendo:
En primer lugar, María llamaba al Señor en medio de lágrimas. Ciertamente llegó ella al sepulcro conmocionada y llorando, incluso, dubitativa de lo que había ocurrido, pero aún así, llamó al Señor., aún así clamo y le buscó. No importa la dificultad que estemos afrontando, sintiéndonos tristes y dubitativos, no dejemos de llamar al Señor, que Él responde, a su tiempo, y a su modo.
En segundo lugar, el himno dice que Jesús alzado reinaba, pero que María no lo veía. Quizás su misma tristeza, su duda, su incertidumbre no le permitía ver al Señor, aunque Él estaba, ciertamente. Lo mismo puede ocurrirnos a nosotros: no ver a Jesús en medio de nuestra vida, quizás por la rutina, quizás por la falta de fe, quizás porque no creemos lo suficiente en Él. Por tanto, abramos nuestros ojos y contemplemos a Jesús que se manifiesta en medio de nosotros, en personas, en acontecimientos, etc.
En tercer lugar, el himno dice que María era la enamorada. Cabría preguntarnos ¿porqué corrió al sepulcro aquella mujer a pesar de no tener certezas de lo que había pasado? Pues porque era la enamorada, que corre hacia su amado y le busca siempre. En este tiempo pascual, nosotros somos los enamorados del Señor, que, experimentado el acontecimiento de la resurrección de Cristo, que venció a la muerte, le buscamos y corremos hacia Él.
Parafraseando el himno, y poniéndonos cada uno de nosotros en la figura de María, podemos decir lo siguiente: Estaba yo al alba, llamándole con mis lágrimas, estaba yo al alba, el fiel amigo que aguarda, estaba yo al alba, porque era el enamorado. ¡Dios les bendiga!