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Arzobispo

Él Vive

(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano


La Pascua nos trae la noticia por excelencia: ¡Cristo ha resucitado! Este acontecimiento, sucedido en Jerusalén hace más de veinte siglos, lo es para toda la creación, y la Iglesia que lleva en el corazón la fe vibrante de los primeros testigos de la Resurrección, existe para anunciarlo a todas las generaciones.

 

Nuestra fe se fundamenta en el testimonio de aquellos que vieron primero la piedra removida y el sepulcro vacío, después a los mensajeros misteriosos que atestiguaban que Jesús, el Crucificado, había resucitado; y finalmente, a Él mismo, el Maestro y Señor, vivo y tangible, que se aparece a María Magdalena, a los dos discípulos de Emaús y a los apóstoles (cf. Mc 16,9-14).

 

No estamos de frente a un acontecimiento cualquiera. La resurrección de Jesús de entre los muertos es la prueba de que Él es el Hijo de Dios y de que su muerte en la cruz fue la forma de pagar el precio por nuestros pecados. Él venció la muerte y el pecado, y el cielo está abierto para aquellos que creen en Él. La resurrección de Cristo no es fruto de una especulación, de una experiencia mística o un mito más. Este hecho sobrepasa ciertamente la historia. 

 

Es importante, hermanos, que esta experiencia de vida plena ilumine nuestros corazones para anunciar a Cristo resucitado que ha vencido las tinieblas de la muerte y ha traído al mundo el esplendor de Dios, el esplendor de la Verdad y del Bien pues, el Señor ha resucitado también para redimir nuestra historia de hoy, especialmente a las personas y a los pueblos que sufren un tiempo de pasión con la certeza que Cristo resucitado les abre el camino de la libertad, la justicia y la paz: "Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos"[1]

 

Los cristianos estamos llamados a ser constructores de una nueva humanidad, reconciliada con Dios y reconciliada consigo misma.  Debemos ser los primeros en promover la justicia, la paz y el respeto mutuo. Que motivemos el diálogo a todos los niveles, y estando con los menos afortunados, luchar por una sociedad donde todas las personas cuenten con oportunidades. 

 

"Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso".[2]

La Pascua es certeza de que siempre es posible lo mejor, porque existe una vida nueva que tiene por fuente a Dios,  que todo lo hace nuevo,  más allá de todos nuestros fracasos. 

El Señor Resucitado nos invita a ser criaturas nuevas, a no perder nunca la esperanza a pesar de las circunstancias que podamos estar enfrentando. Que el fracaso no nos atrape, sino más bien, fijemos nuestra mirada en el horizonte infinito. Es Cristo mismo quien nos da la fuerza y el coraje para seguir adelante y no rendirnos ante la adversidad. La vida trasciende la muerte, y la muerte no tiene la última palabra.

A todos ustedes hermanos, ¡Felices Pascuas de Resurrección! Que este tiempo de gozo llene de alegría y esperanza sus corazones. Seamos valientes portadores de este Mensaje de vida y salvación, las tinieblas de la muerte han sido vencidas. La fatal cultura de muerte no tiene cabida. 

 



[1] Papa Francisco, Mensaje de Pascua 2020

[2] Idem