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Arzobispo

Cristo es el "Agua Viva"

(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano


Este tercer domingo de Cuaresma nos presenta el profundo diálogo de Jesús con una mujer samaritana quien iba todos los días a sacar agua de un antiguo pozo, y ese día se encontró con Jesús, sentado, "cansado del camino" en medio del calor del mediodía. (Jn 4, 6). 

Esa conversación que se nos narra hace que cada uno de nosotros pueda identificarse con la mujer samaritana, pues "Jesús nos espera, especialmente en este tiempo de Cuaresma, para hablar a nuestro corazón, a mi corazón. Detengámonos un momento en silencio, en nuestra habitación, o en una iglesia, o en otro lugar retirado. Escuchemos su voz que nos dice: «Si conocieras el don de Dios...»". [1]

En el Señor no existe prejuicio alguno y nos anima a tratar a todos con respeto y dignidad, sin importar su raza, etnia, sexo, religión, cultura o estatus social. Jesús nos recuerda a todos que somos iguales ante los ojos de Dios y debemos relacionarnos siempre con amor y compasión y como a ella, el Señor nos invita a escucharle, pero también a exponerle nuestros pensamientos y sentimientos e incluso, hacerle preguntas como lo hizo esta mujer señalada por la sociedad.

Jesús al decirle «Dame de beber» hace que ella quede muy sorprendida, pues no era costumbre que un judío dirigiera la palabra a una mujer y menos samaritana. Como nos recuerda el papa Francisco, "la doctrina de Jesús sobre la mujer cambia la historia». Y así «una cosa es la mujer antes de Jesús, otra cosa es la mujer después de Jesús... En sustancia, Jesús "dignifica" a la mujer" Jesús encontró a muchas mujeres despreciadas, marginadas, descartadas: y con cuánta ternura, con cuánto amor las alivió, les dio de nuevo la dignidad".[2]

Pero aquel asombro de la mujer estaba destinado a crecer, pues Jesús le habló de un «agua viva» capaz de saciar la sed y de convertirse en ella en un "manantial de agua que salta hasta la vida eterna". Hoy Jesús, como en aquel tiempo, no solo ofrece agua para saciar la sed a quienes andan buscando respuestas a sus preguntas o un alimento espiritual que les satisfaga, pues solo en Cristo nos sumergimos en la verdadera vida espiritual. 

Además, el Señor le reveló a la samaritana que había llegado la hora de adorar al único Dios verdadero en espíritu y en verdad. La respuesta de Cristo indicaba otra dimensión del culto verdadero a Dios: la dimensión interior («en espíritu y en verdad»), por la que el culto no se encontraba ligado a un lugar determinado. Si quieres adorar a Dios de verdad, no importa el lugar, lo fundamental es apertura de corazón a Cristo, Templo vivo. Además, tú eres su templo y Dios quiere habitar en ti.

 El Señor se nos ha manifestado para que lo conozcamos con mayor profundidad, para que miremos su rostro y nos dejemos amar por él, para que renovemos nuestra fe y seamos verdaderos adoradores. La verdadera adoración compromete el corazón y la totalidad de nuestro ser.

Aquella mujer samaritana escucha abierta y atentamente a Jesús y cuanto más habla con él, más crece su comprensión hasta reconocer la verdad en toda su extensión: Jesús es el Mesías. 

A continuación, se dirige a la comunidad, invitándola a unirse para descubrir a Cristo. Ella, atenta, escuchó todo lo que Jesús le decía y al escuchar que era el Mesías salió corriendo a compartir con su gente, experimenta la llamada a evangelizar; preguntémonos, hago yo lo mismo hoy.

Como consecuencia, muchos vinieron a Jesús por la palabra y el testimonio de ella. La samaritana te alienta a revisar y tomar la decisión libremente de seguir al Señor.

Pidamos al Señor decisión y valentía, para comunicar con alegría a nuestros hermanos la Buena Nueva de la Salvación, Cristo mismo. Que en esta Cuaresma despertemos y se acreciente nuestra  convicción para transmitir con alegría, lo que Cristo ha hecho en nosotros.



[1] Benedicto XVI, Ángelus 27 de marzo 2011

[2] Papa Francisco, 15 de junio del 2018