Hace 40 años San Juan Pablo II estuvo en la Catedral Metropolitana
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El santo de Polonia habló a las religiosas
David Mora, periodista.
Un día como hoy, pero en el
año 1983, el recinto de la Catedral Metropolitana Santuario Nacional San José
fue testigo del encuentro histórico del papa San Juan Pablo II con los miembros
del clero y religiosas.
El Santo Padre, que había
llegado a Costa Rica el día anterior, venía de un pequeño descanso luego de
celebrar la Santa Eucaristía en el Parque Metropolitano La Sabana y posterior al
encuentro con los religiosos, se encontró con los jóvenes en el antiguo Estadio
Nacional. El Papa, que se encontraba en el presbiterio catedralicio, agradeció el
cariñoso recibimiento por parte de los costarricenses.
Aunque en la abarrotada
catedral había muchos sacerdotes, el Papa sólo se dirigió a las religiosas
porque con el clero ya hablaría desde El Salvador y Guatemala. El Santo Padre
dijo que la alegría de las consagradas en ese momento "debe ser la profunda
inserción en las iglesias particulares, donde prestáis una preciosa ayuda en la
evangelización, en la animación de las comunidades parroquiales y grupos eclesiales",
Juan Pablo II dijo que las monjas son "auténticas colaboradoras de vuestros
pastores, que aprecian vuestro trabajo, y de los fieles que, con su amor y
respeto, os ayudan a mantener sin fisuras vuestra identidad de consagradas y
vuestro compromiso con los más necesitados".
En su discurso, el entonces líder
de la Iglesia Católica reconoció el trabajo de las religiosas en las labores
parroquiales, de evangelización, enseñanza, obras de misericordia, animación
comunitaria, presencia y testimonio eclesial entre las personas más
vulnerables. Por su parte, también vio con satisfacción que en el trabajo de
servir a Dios se refleja la dignidad de las mujeres.
También a vosotras os confía
la Iglesia el servicio de la Palabra y de la catequesis, de la educación en la
fe, de la promoción cultural y humana; os pide una preparación adecuada, y por
lo tanto cada vez más intensa, a nivel de teología bíblica y dogmática, de
liturgia, de espiritualidad y de ciencia; y a la vez reconoce con cuánto
entusiasmo y generosidad lleváis el Evangelio a los pobres, a los más
sencillos, a la juventud inquieta de esta área geográfica.
"Pero el Evangelio es vida, y
vosotras lleváis en el corazón, consagrado a Cristo, el instinto de la vida, de
la caridad ?que es la vida misma de Dios? que se encarna en obras de
asistencia, de promoción. Con razón los cristianos de estas tierras reclaman
vuestra presencia insustituible junto al lecho del enfermo, en la escuela, en
las diversas formas de misericordia evangélica propia de la creatividad
religiosa. En esos lugares, en esos ambientes, sois la presencia misma
del amor de Cristo, sois el rostro de la Iglesia, que resplandece ante los
hombres por su amor traducido en bondad, ayuda, consuelo, liberación, esperanza",
manifestó el santo polaco.
El Santo Padre advirtió a las consagradas
de los peligros ideológicos partidistas, por lo que les indicó que "no
sucumbáis a la tentación de opciones que pueden pediros un día el precio de
vuestra propia libertad", también les instó a permanecer siempre en comunión
con la Iglesia, pues así se encontraban seguras en su accionar.
Por otra parte, el entonces
obispo de Roma pidió a las monjas ser fieles a Cristo y a la Iglesia, llevando
siempre en el corazón las penas y dolores del Señor para "proyectar en todo momento
el rostro evangélico de la Esposa de Cristo". También pidió fidelidad al propio
carisma, ya que en la Iglesia eso es una belleza de las expresiones evangélicas
de cada fundador; el santo también pidió fidelidad al pueblo, para que la
Iglesia se vea encarnada en cada lugar.
Antes de retirarse, San Juan
Pablo II resaltó a la Virgen María como el modelo perfecto de la fidelidad a
Dios, por lo que las encomendó a su intercesión.