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Iglesia

San Isidro Celebración Jubilar

Mons. José Rafael Quirós

 

HERMANOS, en este camino cuaresmal que estamos viviendo y en el Jubileo a San Isidro Labrador, que estamos celebrando por 400 años de su canonización, tenemos la gran oportunidad de colocarnos ante el Señor Creador nuestro y de todo lo que os rodea, para renovar nuestra vida desde Cristo, Cabeza de toda la creación. 

En este inicio de la cuaresma, venimos como creyentes a presentarnos ante el Señor como necesitados que somos de su misericordia, porque sabemos que podremos caminar y por tanto avanzar en todas nuestras legítimas aspiraciones, si lo ponemos a Él en el primer lugar de nuestras vidas. No podremos esperar buenos frutos si lo marginamos, por cuanto él es quien siembra en nuestros corazones la semilla del Evangelio, y por su acción misericordiosa es que le da crecimiento y fructifica. 

Se nos invita en la Palabra proclamada a ser pacientes y por tanto a no perder la esperanza, porque el Reino de Dios se sigue construyendo por la acción misma del Señor que nunca nos abandona y siempre está a nuestro lado. Muchas veces somos nosotros los humanos quienes ponemos obstáculos y no dejamos que los frutos de fraternidad y justicia se manifiesten, porque dolorosamente seguimos siendo dominados por el egoísmo que muchas veces invade nuestro corazón. Solo unidos a la vid, alimentándonos de la verdadera sabia, es que podrán darse manifestaciones auténticamente humanas, impregnadas del amor divino. Con ello destaco, la verdad que hemos recibido, de que Dios no se opone a la felicidad del ser humano, nunca coarta su libertad, más bien lo potencializa para que sea en verdad, constructor del mundo justo al que todo ser humano tiene derecho.

No se puede pretender un mundo mejor aparte de Dios, que se nos ha donado en su Hijo Jesucristo, el Único Santo, a quien se le dio muerte pero, que con su muerte nos dio la vida eterna. Porque Cristo es nuestra Esperanza, que ilumina nuestro caminar, es que en esta cuaresma y en esta celebración en particular, somos llamados a hacer un examen de conciencia a la luz de la figura de San Isidro, y preguntarnos qué es lo que estamos sembrando en nuestros corazones, y en los corazones de las jóvenes generaciones. Si dejamos que la buena semilla se deposite en nosotros, y a su vez, propiciamos campos bien preparados en los jóvenes, pues podemos esperar abundantes cosechas de bondad, generosidad, justicia, paz, fraternidad. 

Somos llamados a una sincera conversión al verdadero amor, que tiene por fuente al mismo Dios, quien quiere ver que recojamos abundantes manifestaciones de cercanía y amor al prójimo, de manera particular en quienes menos tienen. Vivimos pues, un momento propicio para retomar caminos que se pudieran haber dejado de lado, y que han dado excelentes resultados a nuestro modo de ser costarricense. De ninguna manera podemos dejar, y todo desde el amor de Dios, que se sigan ensanchando la brecha social. Este es camino de fracaso, y por tanto destructivo, lo que nos exige empeñarnos como creyentes, pedir a Dios nos de un corazón de carne que palpite en sentimientos y acciones que expresen el plan de Dios sobre la humanidad. 

Al mejor estilo de a San Isidro Labrador, ese humilde campesino nacido a finales del siglo XI y fallecido en el 1130 en Madrid, hay que dejarse conducir por la acción del Espíritu Santo que habita en todos los bautizados. Este humilde santo, debe poner todo su empeño en responder a ese llamado que Dios nos hace a todos, en estrecha relación con el Señor como el sarmiento a la vid, mantenerse firme, sin dejarse llevar por los impulsos meramente humanos. Esto lo comprendió y vivió este santo campesino, quien sufrió la persecución y calumnias de sus compañeros que lo malinformaron ante su patrón don Juan de Vargas, pero, como bien conocemos su historia, fue el mismo Dios quien se encargó de sacarlo adelante.

San Isidro, como jornalero siempre vivió sometido a la autoridad de su patrono, al igual que todos los jornaleros del mundo, lo imaginamos llegando todos los días para recibir la indicación de las labores que le corresponderían ese día. Imaginémoslo comiendo su almuerzo, en medio del campo donde trabajaba, soportando las inclemencias del tiempo, lleno de barro por las lluvias, soportando el calor en el verano, y el intenso frío en el invierno. Hago mención de estos detalles, por cuanto la situación del trabajador del campo hoy, no es diferente, es difícil y dura, pero con cuánto amor lo hace y merece todo respeto y reconocimiento. Desde el campo se ha forjado nuestra identidad costarricense, algo de lo cual siempre hemos de sentirnos orgullosos. 

De manera especial hoy, y ya habiendo recogido muchas de las cosechas, como café, arroz, frijoles, papas, hortalizas y otros, imploramos a Dios y por la intercesión de San Isidro Labrador, para que ustedes y todos nuestros agricultores, sean realmente valorados, acogidos y defendidos por el inmenso aporte que todos los días dan nuestro país. No todo puede medirse por números, sino que la realidad humana supera toda cantidad, la justa distribución es el camino para una mejor nación.

En estos momentos de dificultad, sin duda hemos de sentirnos llamados y animados a caminar, por garantizar el acceso a los alimentos, lo que se llama seguridad alimentaria, el Estado ha de continuar impulsando políticas agroalimentarias justas, y así con nuestra capacidad ya demostrada producir esos alimentos necesarios para que nadie pase hambre, lo que llaman soberanía alimentaria. La verdadera justicia nos ha de llevar por ese camino, en el cual hemos de ser solidarios todos, y dar así gracias a Dios por la habernos regalado tierras tan fecundas. 

Dolorosamente durante décadas se ha debilitado la capacidad de producción de alimentos agropecuarios para el consumo nacional, lo que nos ha conducido a ser un país altamente dependiente de la importación de alimentos. En otras palabras, somos un país amenazado por la inseguridad alimentaria. No se debe seguir debilitando la producción agroalimentaria nacional, todo lo contrario, su fortalecimiento nos beneficia a todos y las respectivas políticas, han de revestirse siempre de ese amor a quienes trabajan la tierra con tantísimo esfuerzo. 

El momento que estamos viviendo en nuestro país y en el mundo, los pequeños agricultores y las familias agrícolas deben ser considerados actores privilegiados. Sus conocimientos tradicionales no deben pasarse por alto ni ignorarse, mientras que su participación directa les permite comprender mejor sus prioridades y necesidades reales. Es importante facilitar el acceso de los pequeños agricultores y de la agricultura familiar a los servicios necesarios para la producción, comercialización y uso de los recursos agrícolas. 

Al igual que San Isidro, veló por su familia con su humilde trabajo, enseña el Papa Francisco, en la familia ?se aprende a disfrutar el fruto de la tierra sin abusar de él y se descubren las mejores herramientas para difundir estilos de vida respetuosos del bien personal y colectivo" [9]. Este reconocimiento debe ir acompañado de políticas e iniciativas que satisfagan plenamente las necesidades de las mujeres rurales, fomenten el empleo de los jóvenes y mejoren el trabajo de los agricultores en las zonas más pobres y remotas[1].

La seguridad alimentaria, no puede ser un "slogan" que se repite y suena bonito, sino, una meta fundamental que podemos alcanzar porque tenemos el capital humano y recursos naturales asegurados. Esto sí que es un derecho humano, por el cual debemos luchar todos, no solo de palabra sino con hechos, como sería procurar consumir lo producido en nuestras tierras, y animando a muchos a que lo hagan. 

Qué importante es que resuenen en nuestros oídos lo que San Juan Pablo II nos enseñó, "El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como «imagen de Dios» es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo. Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones pertenecientes al proceso del trabajo; éstas, independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que tiene en virtud de su misma humanidad".[2]

Al presentar en el altar los frutos del trabajo del hombre, con ellos presentémonos nosotros con Cristo, la verdadera ofrenda que Dios acepta para ser cada día mejores constructores de un mundo lleno de justicia y Verdad. 

 

ASÍ SEA.



[1]          Mensaje del Papa Francisco al Secretario General de las Naciones Unidas para la pre-Cumbre sobre los sistemas alimentarios de la ONU, inaugurada en Roma. 26 de julio de 2021.

[2] San Juan Pablo II, Laborem excercen, n. 6.