(VIDEO) VI Domingo del Tiempo Ordinario, Mons. Daniel Blanco
En este VI domingo del Tiempo Ordinario la liturgia de la Palabra continúa presentándonos le hermosa predicación de Jesús, conocida como el sermón de la montaña.
Luego de la exhortación de Cristo a vivir las bienaventuranzas y de llamarnos a ser sal de la tierra y luz del mundo, el pasaje evangélico nos muestra a Jesús indicando, en concreto, cómo esto se hace posible.
Dentro de las prerrogativas del Mesías, estaba la de interpretar sabiamente la Ley de Moisés. Por eso Cristo, desde el monte, como el nuevo Moisés, explica con total elocuencia y sabiduría la ley del Antiguo Testamento, indicando que la plenitud de la ley es el amor, al decir en seis ocasiones: han oído que se dijo, pero yo les digo.
Con estas indicaciones, Jesús manifiesta que la observancia de los mandamientos no debe limitarse únicamente al cumplimiento de los NO que tiene la ley, sino que el no matar, no cometer adulterio, no jurar en falso, deben acompañarse de buenas acciones.
Nos enseña el querido papa Benedicto XVI: «La novedad de Jesús consiste, esencialmente, en el hecho de que Él mismo ?llena? los mandamientos con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo que habita en Él. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que nos hace capaces de vivir el amor divino. Por este motivo, todo precepto se hace verdadero como exigencia de amor, y todos se reúnen en un mandamiento único: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo» (13.02.2011).
Por tanto, el llamado de Jesús a sus discípulos y a la multitud que lo está siguiendo es a vivir la fe, en lo concreto de la vida diaria, haciendo presente el amor de Dios y esto dará plenitud al cumplimiento de toda la Ley.
El discípulo de Cristo, entonces, no sólo lucha por no cometer acciones pecaminosas, sino que además, lucha por servir, perdonar y ser radical en la vivencia del amor a los hermanos, sean estos su cónyuge, sus amigos e incluso sus enemigos.
En esta vivencia radical del amor está en juego, incluso, la relación que el cristiano tenga con Dios, ya que el mismo Jesús ha dicho en el evangelio, que antes que presentar la ofrenda en el altar, debemos reconciliarnos con el hermano.
Por tanto, hasta el culto que tributamos a Dios y con el que queremos agradarle, podría volverse vacío, si no somos capaces de vivir el amor, tal y como hoy Jesús nos ha enseñado, es decir, como plenitud y cumplimiento de toda la ley.
La enseñanza de Cristo en este sermón de la montaña, es verdaderamente exigente, por eso con humildad, reconocemos nuestra limitación para cumplirla con nuestras propias fuerzas y pedimos con confianza, en la oración colecta, que sea Dios quien nos conceda la gracia de vivir de forma recta y sincera, para que Él habite en nosotros y actuemos siempre impulsados por su Espíritu y su gracia sea nuestra fuerza para amar con radicalidad y así cumplir la plenitud de la ley.