Encuentro con las víctimas de violencia
Este esperado encuentro se llevó a cabo en el salón de la Representación Pontificia y comenzó con el canto. A continuación se proyectó un vídeo y el Santo Padre, antes de tomar la palabra, escuchó, uno a uno, el testimonio de las víctimas procedentes de Butembo-Beni; Goma; Bunia; Bukavu y Uvira. Después de la alocución del Papa se llevó a cabo la asunción de un compromiso de perdón por parte de las víctimas presentes y el acto concluyó con la bendición del Pontífice.
En este tercer discurso, del segundo día de su estancia en esta nación, el Papa Francisco agradeció ante todo los testimonios que le ofrecieron las víctimas y afirmó textualmente:
Ante la violencia inhumana que han visto con sus ojos y experimentado en su propia carne, nos quedamos impresionados. Y no hay palabras; sólo llorar, permaneciendo en silencio. Bunia, Beni-Butembo, Goma, Masisi, Rutshuru, Bukavu, Uvira, lugares que los medios de comunicación internacionales no mencionan casi nunca; aquí y en otros sitios, muchos de nuestros hermanos y hermanas, hijos de la misma humanidad, son tomados como rehenes por la arbitrariedad del más fuerte, por el que posee las armas más potentes, armas que siguen circulando.
Mi corazón está hoy en el Este de este inmenso país, que no tendrá paz hasta que la paz no haya llegado allí, a la zona oriental.
Al dirigirse a los queridos habitantes del Este, el Santo Padre les manifestó su cercanía afirmando que sus lágrimas son las suyas, al igual que su dolor.
A cada familia en luto o desplazada a causa de poblaciones incendiadas y otros crímenes de guerra, a los supervivientes de agresiones sexuales, a cada niño y adulto herido, les digo: estoy con ustedes, quisiera traerles la caricia de Dios.
Tras manifestar que su mirada tierna y compasiva se posa sobre ellos, mientras los violentos los tratan como objetos, el Obispo de Roma agregó que el Padre que está en los cielos mira su dignidad y le dice a cada uno: ?Tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo. (Is 43, 4).
Hermanos y hermanas, la Iglesia está y estará siempre de su parte. Dios los ama y no se ha olvidado de ustedes, ¡pero que también los hombres se acuerden de ustedes!
En su nombre, junto a las víctimas y a quienes se comprometen por la paz, la justicia y la fraternidad prosiguió el Papa condeno la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar.
Causa vergüenza dijo también Francisco e indigna saber que la inseguridad, la violencia y la guerra que golpean trágicamente a tanta gente, son alimentadas no sólo por fuerzas externas, sino también internas, por intereses y para obtener ventajas. De ahí su invocación al Padre que está en los cielos, que quiere que todos en la tierra seamos hermanos y hermanas. Y prosiguió:
Inclino la cabeza humildemente y, con dolor en el corazón, le pido perdón por la violencia del hombre contra el hombre. Padre, ten piedad de nosotros. Consuela a las víctimas y a los que sufren. Convierte los corazones de los que cometen crueles atrocidades, que deshonran a toda la humanidad. Y abre los ojos de aquellos que los cierran o miran para otro lado ante estas abominaciones.
Además, el Obispo de Roma explicó que se trata de conflictos que obligan a millones de personas a dejar sus casas, que provocan gravísimas violaciones de los derechos humanos, que desintegran el tejido socio-económico, que causan heridas difíciles de sanar. Son luchas en las que se entrecruzan dinámicas étnicas, territoriales y de grupos; conflictos que tienen que ver con la propiedad de la tierra; con la ausencia o la debilidad de las instituciones; con odios en los que se introduce la blasfemia de la violencia en nombre de un dios falso.
Francisco dirigió un vehemente llamado a todas las personas y entidades, internas y externas, que manejan los hilos de la guerra en la República Democrática del Congo, depredándola, flagelándola y desestabilizándola.
Ustedes se están enriqueciendo por medio de la explotación ilegal de los bienes de este país y el sacrificio cruento de víctimas inocentes.
Y les pidió que escuchen el grito de su sangre, que presten atención a la voz de Dios, que los llama a la conversión y escuchen la voz de su conciencia:
Hagan callar las armas, pongan fin a la guerra. ¡Basta! ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles, basta de enriquecerse con recursos y dinero manchado de sangre!
El Papa también preguntó a estos queridos hermanos y hermanas, y a nosotros, ¿qué podemos hacer? ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo actuar para promover la paz?. Hoy quisiera proponerles comenzar de nuevo con dos no y dos sí, les dijo.
En primer lugar afirmó Francisco no a la violencia, siempre y en cualquier caso, sin condiciones y sin peros. Amar a la propia gente no significa alimentar el odio hacia los demás. Al contrario, querer al propio país supone negarse a ceder ante los que incitan al uso de la fuerza. Es un engaño trágico. El odio y la violencia nunca son aceptables, nunca son justificables, nunca son tolerables, con mayor razón para los cristianos. El odio sólo genera más odio y la violencia, más violencia.
Un no claro y fuerte también debe decirse a quienes propagan esto en nombre de Dios.
A los queridos congoleses, el Santo Padre les pidió que no se dejen seducir por personas o grupos que incitan a la violencia en su nombre. Porque Dios es Dios de la paz y no de la guerra.
Predicar el odio es una blasfemia, y el odio siempre corroe el corazón del hombre.
El Pontífice añadió que el que vive de la violencia, en efecto, nunca vive bien; piensa que salva su vida y, en cambio, es devorado por un torbellino de mal que, llevándolo a combatir a los hermanos y a las hermanas con los que ha crecido y vivido durante años, lo mata por dentro.
Sin embargo, el Santo Padre puso de manifiesto que para decir verdaderamente no a la violencia no es suficiente evitar actos violentos; es necesario extirpar las raíces de la violencia. Y tras dirigir su pensamiento a la codicia, la envidia y al rencor, el Papa dijo: Mientras me inclino con respeto ante el sufrimiento que tantos han padecido, quisiera pedirles a todos que se comporten como nos han sugerido ustedes, testigos valerosos, que tienen la fuerza de desarmar el corazón.
Lo pido a todos en nombre de Jesús, que perdonó a quienes le traspasaron las manos y los pies con los clavos, sujetándolo a una cruz; les ruego que desarmen el corazón.
Fuente: vaticannews.va