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Artículos

El escándalo del amor

Juan Carlos Bolaños, II Formando Discípulos Misioneros de Cristo, Diócesis de Alajuela.

Un día escuché decir a una hermana consagrada:

Si quieres ser feliz, ama a Dios; si quieres ser muy feliz, ama mucho a Dios, pero si quieres desbordar de felicidad, ¡Déjate amar por Dios. No podré olvidar su rostro, lleno de gozo, reflejo del amor que recorría todo su ser. Sin embargo, ella tuvo un pasado difícil, como cada uno de nosotros lo ha tenido, o porque no, ¡podría ser nuestro mismo presente! ¿Pero quién provocó tal revolución en su vida? 

Como ella, seguro nos hemos preguntado alguna vez: ¿Por qué Dios me llama conociendo como soy? ¿Por qué Él me pide servirle en algún área particular de la Iglesia o bien, responderle en alguna vocación específica? ¡No soy digno! ¡Soy muy pecador! Son muchos los cristianos que expresan no sentirse dignos de servir y seguir a Jesús. El ser humano de hoy experimenta constantemente en su vida la confrontación interior entre sus actos morales y la propuesta del amor de Dios. 

Ante esta realidad, en nuestro contexto cristiano siempre es necesario acudir al Evangelio, en él contemplamos a Jesús invitando a su seguimiento; Él se acerca a historias concretas de personas con las que se encuentra y acoge a otras tantas que le buscaban. Nadie se iba sin haber experimentado su ternura; en su mirada, en un gesto, en una caricia, en una palabra. Alguno pudo haber pensado, yo no soy digno, por eso no me dejaré tocar por Jesús, lo vemos quizá muy palpable en Pedro durante la última cena: Señor, ¿lavarme los pies tu a mí? (Juan 13,6).

Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, quiere amarnos hasta el extremo, compartiéndonos su vida misma. Él quiere transformar nuestra historia, nos promete su compañía hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28,20). Su propuesta es precisamente para todos aquellos que en el camino nos hemos ensuciado las manos y los pies, para aquellos que nos hemos caído en el sendero de la vida, su presencia consuela y capacita a quienes no nos sentimos dignos de mirarle y de estar con él. Esta propuesta de amor transformador, sanador y liberador, nos escandaliza, como escandalizó a los fariseos, quienes murmuraban porque cenaba con pecadores (cf. Mc 1,16).

 El amor que Dios Padre nos ha mostrado en Cristo, nos escandaliza porque va contra la lógica humana. Solo nos queda dejarnos amar y abrazar por Dios, que se ha hecho niño, ha muerto y resucitado para darnos vida eterna. ¡Esta es la mayor esperanza!, que llena nuestro ser de profundo gozo.