Responsive image

Obispo Auxiliar

El domingo de la Palabra

III Domingo del Tiempo Ordinario, Mons. Daniel Blanco


El 30 de setiembre del año 2019, el Santo Padre, el Papa Francisco, ha establecido el III Domingo del Tiempo Ordinario como el domingo de la Palabra, para que este día sea «dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios» (Apuerit Illis 3).

El Papa Francisco, considera que la comunidad eclesial en el mundo entero, tiene necesidad de reflexionar sobre la importancia que tiene la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia, no sólo en la vida litúrgica, sino también en la acción misionera y catequética, lo mismo que en la vida cotidiana de cada creyente, porque como nos dice San Jerónimo «quien desconoce las escrituras desconoce a Cristo».

Por esto, celebrar la Palabra, es celebrar a Cristo, conocer la Palabra es conocer a Cristo, su mensaje y su revelación, es decir a Dios como Padre amoroso y misericordioso que ha enviado a su Hijo para salvarnos.  Toda la Sagrada Escritura, nos recuerda el Papa, debe llevarnos a tener una experiencia del Resucitado que nos explica la escritura y nos fracciona el pan.

La Palabra de Dios que se proclama este domingo es un ejemplo claro de esto que nos ha dicho el papa.  Porque ya en el texto del Profeta Isaías, de manera latente, vemos a Cristo.  Él es esa luz que ilumina las tinieblas del pueblo de Israel ante la caída de las tribus del norte -Zabulún y Neftalí- en manos de los asirios.

El mismo Mateo, en el evangelio, hace referencia a ese hecho, cuando nos dice que el gesto de Cristo de ir a Carfaúm, tierra de Zabulún y Neftalí, Galilea de los gentiles, es cumplimiento de esa promesa hecha a Isaías.

Jesús, predicando la Palabra y anunciando que el Reino está presente, es manifestación evidente de que el Señor cumple sus promesas y que en su Hijo Único, se revela como Dios misericordioso que entra en la historia para transformarlo todo y salvar a la humanidad entera, con el acontecimiento pascual.

Ese mensaje dado por Cristo en Cafarnaúm es lo que le permite a Pablo exhortar a la comunidad de Corinto a vivir la unidad, porque si por la predicación de la Palabra hemos conocido a Cristo, hemos sido bautizados y constituidos hijos de Dios y por tanto herederos de la salvación, no podemos ir tras personas humanas, grupos o ideologías, porque eso lleva a la dispersión y a la división.  Seguimos a Cristo muerto y resucitado a quien las escrituras anunciaron desde antiguo y a quien hoy, nosotros, somos llamados a testimoniar y anunciar.

El evangelio nos presenta el llamado de los primeros discípulos, cuatro pescadores que desde su trabajo escucharon un SÍGUEME que cambió su corazón y su historia, fueron hechos pescadores de hombres y siguieron a Cristo, Palabra hecha carne, escucharon su palabra, vieron sus signos, lo palparon resucitado y tuvieron la responsabilidad de llevar ese mensaje de verdad hasta los confines del mundo.

Nos dice el papa Francisco «Nosotros, cristianos de hoy en día, tenemos la alegría de proclamar y testimoniar nuestra fe, porque hubo ese primer anuncio, porque existieron esos hombres humildes y valientes que respondieron generosamente a la llamada de Jesús. A orillas del lago, en una tierra impensable, nació la primera comunidad de discípulos de Cristo. Que la conciencia de estos inicios suscite en nosotros el deseo de llevar la palabra, el amor y la ternura de Jesús a todo contexto, incluso a aquel más dificultoso y resistente. ¡Llevar la Palabra a todas las periferias! Todos los espacios del vivir humano son terreno al que arrojar las semillas del Evangelio, para que dé frutos de salvación» (22.01.2017).

El papa nos recuerda que ese mismo llamado, escuchado por los primeros apóstoles, hoy lo escuchamos todos los bautizados, quienes desde nuestra propia vocación, estamos llamados a responder con un fuerte compromiso:  ser testigos del evangelio para que la Palabra de Dios se siga conociendo, reflexionando y celebrando, y de este modo siga suscitando toda clase de obras buenasen medio del mundo.