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Adviento; tiempo de espera confiada

Seminarista Rafael A. Solano Solano

Sabemos que el tiempo de Adviento se caracteriza por el elemento de la espera. Una espera confiada, llena de paciencia y esperanza en la venida de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo. En el domingo III de Adviento que acabamos de celebrar, escuchábamos un fragmento del Evangelio según san Mateo en el cual, san Juan Bautista mandaba a preguntar a Jesús ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?. 


Llama la atención que la pregunta lleva en sí misma, la afirmación de que se seguirá esperando el tiempo que sea necesario. Únicamente, se busca aclarar si Jesús es el Mesías prometido porque sus obras son señales muy claras de los tiempos mesiánicos preanunciados.


Estas palabras del precursor del Señor iluminan nuestra actitud con respecto a la espera. Esta debe ser paciente porque es un hecho que Dios vendrá, Él lo ha prometido y su promesa es totalmente fiable. Debe ser perseverante en medio de las dificultades, así como se manifiesta en san Juan Bautista que seguía confiando en la venida del Señor a pesar de estar en prisión.  


Otro aspecto vital tiene que ver con el conocimiento del contenido de esta promesa, pues no se trata solo de confiar en cualquier cosa que los demás digan, más bien se trata de conocer lo que Dios ha prometido para poder confrontarlo con los hechos y estar en capacidad de discernir si es acción de Dios. Dentro de los muchos mensajes que recibimos diariamente, solo existe uno que contiene de forma auténtica la salvación. Sin embargo, se requiere de un conocimiento de la promesa, fruto de la familiaridad con Dios. La cual requiere de un acercamiento al mensaje que Dios ha revelado a través de su Hijo, es decir, de la Palabra divina. 


En el texto del Evangelio citado, vemos como el Bautista manda a preguntar directamente a Jesús si era el Mesías, no pregunta a nadie más, sino que se dirige al Señor mismo. Su actuar es clave y nos indica la necesidad de ir a Jesús en todo momento para conocer la verdad, para preguntarle a Él sobre nuestra vida, nuestros anhelos, nuestras dudas y nuestros planes. San Juan no solo conoce el contenido de las promesas y los signos que acompañarían al Mesías, sino que lo verifica con Aquel que es la fuente de las promesas. Por lo tanto, su espera es paciente pero además es informada y verdaderamente firme.  


Estas características de la espera son evidenciadas de forma excelsa por María Santísima, nuestra Madre y la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Ella junto con su pueblo espera al Salvador y es en ella donde culmina la espera confiada de Israel porque en su vientre se encarna El Hijo de Dios, anunciado por los profetas.   


María acoge con todo su ser la Palabra hecha carne y en medio de dificultades, persecuciones e incomprensiones acoge el llanto del recién nacido en el pesebre cuidando de Él con ternura, huye a Egipto con José para cuidar del niño y acoge con fortaleza el último suspiro de Jesús muriendo en la cruz por la salvación del mundo. 


Siempre acudió a Jesús, la fuente de las promesas, y nos enseñó a nosotros a hacer lo mismo, tal como sucedió en Caná de Galilea con la invitación Hagan lo que Él les diga. Ella vivió el Adviento más profundo y real, por eso le pedimos que nos ayude a vivirlo con la esperanza confiada, perseverancia y conocimiento que ella mostró, poniendo nuestros ojos en Aquel que se encarna para traernos paz, justicia y alegría.