Mons. Daniel Blanco: IV Domingo de Adviento (VIDEO)
Este último domingo del Adviento, la liturgia de la Palabra, nos hace volver la mirada al ya inminente nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo. La Iglesia nos llama a prepararnos, ahora sí, a la conmemoración del acontecimiento salvífico de la Navidad, la primera venida del Señor.
La palabra de Dios que se proclama este domingo, nos muestra varios elementos que nos ayudan a prepararnos para la Navidad, ya que nos muestra lo que este acontecimiento significa para la humanidad entera.
Este nombre, manifiesta la cercanía de Dios con la humanidad. Este niño que nace, en la fragilidad de un recién nacido, es el Dios omnipotente, eterno y perfecto, que por amor asume nuestra condición humana para salvarnos, es Dios que irrumpe en la historia humana y la transforma en historia de Salvación.
Por esto, aunque José ya había tomado una decisión al enterarse del embarazo de María, esa decisión cambia al escuchar la voluntad de Dios y pone su vida por completo al servicio de Dios que le encarga ser el custodio fiel de sus grandes tesoros, Cristo y María, como nos enseñaba el Beato Pío IX, al proclamar a San José como Patrono de la Iglesia Universal (Cfr. Beato Pío IX, Quemadmodum Deus, 1).
El bautizado está llamado a anunciar a Cristo Jesús. San Pablo anuncia a Cristo, enunciando las verdades más importantes de la fe, lo que llamamos Kerygma: Jesucristo nació, murió y resucitó para hacernos partícipes de su vida gloriosa.
El cristiano, celebra el acontecimiento de la Navidad, anunciando la verdad del nacimiento del Emmanuel, es decir, anunciando que Dios ha asumido la condición humana, se ha hecho cercano y ha dado sentido a nuestra vida, porque se ha hecho hombre para que el hombre participe de la misma vida de Dios.
Este anuncio de las maravillas que trae el Mesías que está por llegar, lo hacemos, cada uno de los bautizados, según la propia vocación, guiados, como María y José por el don del Espíritu que habita en nosotros, haciendo la voluntad de Dios, colaborando con el anuncio del evangelio, siendo cercano y haciendo el bien a los hermanos, para que nuestras acciones sean presencia de Cristo para los demás (Cfr. Directorio homilético, 109).