(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
Este domingo, 18 de diciembre, se celebra el Dia Internacional del Migrante. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) nos propone esta fecha para sensibilizar al mundo sobre este tema que tiene como trasfondo el respeto a los derechos humanos, y cuya solución, en parte, pasa por la puesta en marcha de medidas políticas concretas.
Como Iglesia ya hemos planteado este tema con una Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que celebramos el domingo 25 de septiembre y que tuvo como lema, Construir el futuro con los migrantes y los refugiados, recordando que su presencia es siempre una ocasión de crecimiento cultural y espiritual para todos. Aún así, dada la realidad que está a la vista, en este tiempo de Adviento, sintámonos llamados a regalar esperanza por encima de toda oscuridad, con la conciencia de que, como cristianos, tenemos mucho que aportar a tantos hermanos desamparados, venidos de otros paises.
En efecto, el Adviento nos lleva a mirar a los migrantes con los ojos de Dios, desde su misericordia que va más allá de las leyes humanas y nos anima a defender la dignidad de nuestros hermanos, reconocerla y comprometernos con ella, pues no hay futuro sin defensa de la inquebrantable dignidad de cada persona. Todo lo que se comparte, se revierte de manera abundante, pues del Señor provene todo bien en favor de todos.
No podemos quedarnos en el discurso, la fe en el Señor es un componente dinamizador en la sociedad. Jesús nos pide incluir a todos con gestos concretos, pues como cristianos no tenemos derecho de excluir a los demás, juzgarlos o cerrarles las puertas.
En cuanto a nuestro país, hemos dado ejemplo de ser una sociedad acogedoras y hospitalaria capaz de integrar a muchos migrantes en la construcción del futuro. En este tiempo de Adviento, estamos llamados a continuar cultivando y fortalenciendo estas actitudes, superando la visión anticristiana de ver en estos hermanos, a invasores o ciudadanos de segunda, a quienes se explota en muchos sentidos, o difundiendo así una mentalidad xenófoba, cerrada y replegada sobre sí misma.
La dignidad del migrante, ahí donde se encuenre, le permite participar en la vida social como cualquier otro, desde el amor al prójimo no se admite exclusión alguna. Nuestra condición de creyentes antagoniza con esa mentalidad y esas actitudes que hacen prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color religión, y la ley suprema del amor fraterno.
Como nos recuerda el Papa Francisco, las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo, aunque hoy están afectadas por una «pérdida de ese sentido de la responsabilidad fraterna, de allí la invitación a ir más allá de esas reacciones primarias, sin dejarnos condicionar por dudas y miedos hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas.
Mientras nos preparamos para celebrar con mucha alegría el misterio del nacimiento del Hijo de Dios, pidamos al Señor alcanzar esa visión de paz y justicia para todos, de esperanza y amor para quienes están obligados a huir de la violencia de sus países. Que veamos en cada migrante, a Jesús, que con sus Padres busca dónde le den posada, para mantener y proteger a sus familias, que seamos Buena Noticia, de acogida y consuelo para muchos.