Tradición se realiza desde 1953
·
Santo Padre lloró al mencionar a Ucrania
David Mora, periodista
Este jueves 8 de diciembre, Solemnidad
de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el Papa Francisco reanudó la
tradición romana que inició el Papa Pío XII en 1953, de venerar la imagen de
María Inmaculada en la Plaza España de Roma.
Esta tradición se vio
interrumpida los últimos dos años por causa de la pandemia de Covid-19. Con
cantos, el Santo Padre depositó su ofrenda floral, después de realizó las
letanías y la oración, acompañado de muchos romanos y turistas. Previamente, el
pontífice rezó ante el ícono de Salus Populi Romani en la Basílica de Santa
María La Mayor.
Francisco rompió en llanto en
medio de la oración, cuando se emocionó al mencionar al pueblo ucraniano,
permaneció unos 30 segundos sin poder hablar y retomó la oración con su voz
quebrada, el detalle que conmovió al Papa fue que le dijo a la Virgen que su
deseo para ese día era llevar el agradecimiento del fin de la guerra, pero que
lleva las súplicas de esa intención.
Esta fue la oración
pronunciada por el Papa Francisco:
"Madre nuestra Inmaculada, hoy
el pueblo romano se reúne en torno a ti. Las flores puestas a tus pies por
tantas realidades de la ciudad expresan su amor y devoción por ti, que
velas por todos nosotros. Y también ves y acoges esas flores invisibles
que son tantas invocaciones, tantas súplicas silenciosas, a veces sofocadas, ocultas,
pero no para ti, que eres Madre.
Después de dos años en los que
vine para presentarte mis respetos a solas al amanecer, hoy vuelvo a ti junto
con el pueblo, el pueblo de esta Iglesia, el pueblo de esta Ciudad. Y te traigo
las gracias y súplicas de todos tus hijos, cercanos y lejanos.
Tú, desde el Cielo donde Dios
te ha recibido, ves las cosas de la tierra mucho mejor que
nosotros; pero como Madre escuchas nuestras invocaciones para
presentárselas a tu Hijo, a su Corazón lleno de misericordia.
En primer lugar, te traigo el
amor filial de innumerables hombres y mujeres, no sólo cristianos, que te
tienen la mayor gratitud por tu belleza, toda gracia y humildad: porque en
medio de tantas nubes oscuras tú eres un signo de esperanza, signo de consuelo.
Te traigo las sonrisas de los
niños que aprenden tu nombre delante de tu imagen, en
brazos de sus madres y abuelas, y empiezan a conocer que tienen
una Madre en el Cielo. Y cuando, en la vida, sucede que esas sonrisas dan
paso a las lágrimas, ¡qué importante es haberte conocido!, ¡haber
tenido el don de tu maternidad!
Te traigo la gratitud de los
mayores y los ancianos: una gratitud acorde con sus vidas, tejida de recuerdos,
de alegrías y de dolores, de logros que saben bien que los han conseguido con
tu ayuda, sosteniendo sus manos en la tuya.
Madre te traigo las preocupaciones
de las familias, de padres y madres que a menudo luchan para
llegar a fin de mes en casa, y afrontan día a día pequeños y
grandes retos para salir adelante.
En particular, te confío a las
parejas jóvenes, para que mirándote a ti y a San José afronten la vida con
valentía confiando en la Providencia de Dios.
Te traigo los sueños y las
ansias de los jóvenes, abiertos al futuro, pero frenados por una cultura rica
en cosas y pobre en valores, saturada de información y deficiente en educación,
persuasiva al engañar y despiadada al decepcionar. Te encomiendo especialmente
a los jóvenes, los más afectados por la pandemia, para
que puedan reanudar lentamente a agitar y desplegar sus alas y redescubrir el
sabor de volar alto.
Virgen Inmaculada, hoy me
habría gustado traerte la acción de gracias del pueblo ucraniano, del pueblo
ucraniano por la paz que llevamos tanto tiempo pidiendo al Señor. En cambio,
aún tengo que traerte la súplica de los niños, de los ancianos de los padres y
madres, de los jóvenes de esa tierra martirizada, que sufre tanto. Pero, en
realidad, todos sabemos que estás con ellos y con todos los que sufren, como tú
estuviste junto a la cruz de tu Hijo.
¡Gracias, Madre nuestra! Mirándote
a ti, que estás libre de pecado, que podamos seguir creyendo y esperando.
Que sobre el odio prevalezca el amor, que sobre la mentira prevalezca
la verdad, que sobre la ofensa prevalezca el perdón, que sobre la
guerra prevalezca la paz. ¡Que así sea!".
Al finalizar, el Papa dio la
bendición a los asistentes.
Fuente: Vatican News