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Obispo Auxiliar

Jesucristo, Rey del Universo

(VIDEO) Mons. Daniel Blanco, XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario

Celebramos, este último domingo del Año Litúrgico, la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.

Los textos de la Sagrada Escritura que se proclaman en la Liturgia de la Palabra de esta fiesta, nos hacen meditar en tres elementos importantes que encierran el título que se le da a Jesús en esta solemnidad:

  • En primer lugar se nos explica, ¿por qué Jesús es Rey?

La lectura del libro de Samuel narra el momento de la unción del rey David, como soberano de todas las tribus de Israel, logrando de esa manera la unificación de todo el reino de Israel.

Esta unción de David como rey de aquella nación, se da porque todos los representantes de 12 las tribus coinciden en el hecho de que en David se cumple la promesa de Dios de que un renuevo del tronco de Jesé sería el pastor para todo el pueblo de Israel.

La unidad de las 12 tribus y la paz conseguida durante el reinado de David, hacen que la figura de este rey se idealizara y, por esta razón, una vez que la paz y la unidad dejaron de existir, las promesas mesiánicas anunciaban que el Mesías debía ser un rey, descendiente de David y con la capacidad de pastorear al pueblo para así consolidar de nuevo la unidad y la paz en todo Israel.

La Sagrada Escritura nos enseña que Jesús es quien cumple todas las promesas mesiánicas:  Él es el descendiente de David, Él es quien pastoreará para consolidar la unidad y la paz, ya no sólo del pueblo elegido sino de la humanidad entera.

Jesús mismo se presenta como quien cumple todas estas promesas mesiánicas:  se autodefine Buen Pastor, que reúne a toda la humanidad en un solo rebaño (Jn. 10) y él mismo dice que es Rey, cuando Pilato lo interroga en el juicio que lo llevará a la Cruz.  Por tanto, Jesús es el Rey ? Mesías, que viene a dar paz, unidad y salvación a todo el género humano.

  • Esto nos lleva al segundo punto:  ¿Cómo ejerce Jesús esta potestad real?

Todo este Año Litúrgico hemos escuchado, durante los domingos, el evangelio de San Lucas, el cual es conocido como el evangelio de la misericordia, porque enfatiza, con las palabras y las acciones de Jesús, que Dios es un padre lleno de compasión y de misericordia por todos sus hijos.

El evangelio que se proclama en esta solemnidad de Cristo Rey, no es la excepción y presenta a Jesús, en el momento culmen de su misión salvífica, prometiendo el paraíso al llamado buen ladrón que, arrepentido, pide a Jesús que se acuerde de él al llegar a su Reino.

Del mismo modo, San Lucas presenta, al momento de la crucifixión, varios elementos que recuerdan que Jesús es Rey:  la tabla con la condena así lo decía, la burla de los soldados y de uno de los ladrones que lo llamaban rey de forma despectiva y la petición del ladrón arrepentido.

Por tanto, el evangelio de este domingo, nos enseña que Jesús ejerce su potestad como Rey perdonando, teniendo misericordia y prometiendo la vida eterna no sólo al ladrón arrepentido, sino a la humanidad entera, por medio de su entrega en la Cruz.

  • Finalmente debemos preguntarnos: ¿Qué consecuencia tiene para la Iglesia que Jesús sea Rey?

Esta pregunta nos la responde san Pablo en la segunda lectura cuando nos dice que Dios Padre nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha traslado al Reino de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos la redención, el perdón de los pecados.

De igual manera nos enseña el papa Benedicto XVI: «Este texto del Apóstol expresa una síntesis de verdad y de fe tan fuerte que no podemos menos de admirarnos profundamente. La Iglesia es depositaria del misterio de Cristo:  lo es con toda humildad y sin sombra de orgullo o arrogancia, porque se trata del máximo don que ha recibido sin mérito alguno y que está llamada a ofrecer gratuitamente a la humanidad de todas las épocas, como horizonte de significado y de salvación. No es una filosofía, no es una gnosis, aunque incluya también la sabiduría y el conocimiento. Es el misterio de Cristo; es Cristo mismo, Logos encarnado, muerto y resucitado, constituido Rey del universo» (25.11.2007).

Por tanto, el reinado de Cristo, implica para la Iglesia, es decir para cada bautizado, en primer lugar sabernos salvados y coheredos del Reino del cielo y por tanto tener la seguridad que nuestra vida recobra sentido en Cristo Rey, que nos hace participar de su reinado.  Y en segundo lugar, sabernos, como ha dicho el papa emérito, depositarios de este misterio de nuestra salvación y por tanto comprometidos, como lo hemos pedido en la oración colecta, a comunicarlo así a la toda la humanidad, que está llamada a servir y a alabar la majestad de Dios por toda la eternidad.