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Arzobispo

Navidad comercial

(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano

Quizás se torne extraño que, sin haber iniciado aun el Adviento, dedique unas palabras al tiempo de Navidad. Sin embargo, considero oportuno este momento para fijar nuestra atención en un acontecimiento que, desde la lógica comercial, ya inició. 

 En efecto, esta propuesta festiva despojada de la esencia de lo que, para nosotros, creyentes representa el nacimiento del Hijo de Dios, no es sino una estrategia comercial que busca esa conexión emocional con un consumidor que, cada vez más, tiende a asociar esta época con compras, fiestas y excesos. 

Y, a pesar de los notorios desequilibrios económicos y sociales que como sociedad experimentamos, ya estamos siendo testigos de cómo esta fecha, coincidente además con el fin de año, tiene un particular imán para las personas, aumentando las visitas a los centros comerciales o incrementando sus compras en línea. 

No ignoro que en un periodo de crisis como el que atravesamos estos días representan una suerte de respiro para una economía que no termina de levantarse, más no por ello, perdemos de vista las consecuencias que, también en el orden religioso, acarrea un modelo de consumo que fomenta el despilfarro.

Desde nuestra óptica cristiana no podemos permanecer impasibles ante el lujo que pulula junto a la miseria,  y mientras unos pocos disponen de un poder amplísimo de decisión, muchos viven con frecuencia en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona humana. La  economía, el humanismo y los valores religiosos tienen aquí un punto de encuentro.

Para colmo de males, se sabe que la Copa Mundial -Qatar 2022- va a acaparar no sólo el interés de una gran mayoría, sino un uso irresponsable del presupuesto familiar, debemos con mayor razón, insistir en la urgencia de una verdadera conversión del corazón; que nos haga capaces de pensar más en los hermanos, en el bien de los otros para dar fundamento a nuestro compromiso solidario con los más necesitados. La solidaridad, en efecto, es precisamente esto: compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra. Mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad.

Aprovechemos, realmente, este tiempo en el que las enseñanzas del apóstol Santiago tienen tanta vigencia: Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. El que oye la Palabra y no la practica, se parece a un hombre que se mira en el espejo, pero en seguida se va y se olvida de cómo es. En cambio, el que considera atentamente la Ley perfecta, que nos hace libres, y se aficiona a ella, no como un oyente distraído, sino como un verdadero cumplidor de la Ley, será feliz al practicarla. (St 1,22-25).

Bien nos enseña el Santo Padre al recordarnos que el problema no es el dinero en sí, porque este forma parte de la vida cotidiana y de las relaciones sociales de las personas. Más bien, lo que debemos reflexionar es sobre el valor que tiene el dinero para nosotros: no puede convertirse en un absoluto, como si fuera el fin principal. Tal apego impide observar con realismo la vida de cada día y nubla la mirada, impidiendo ver las necesidades de los demás. Nada más dañino le puede acontecer a un cristiano y a una comunidad que ser deslumbrados por el ídolo de la riqueza, que termina encadenando a una visión de la vida efímera y fracasada.

Quiero pues, exhortar a los fieles cristianos a poner en práctica, desde ya, el amor recíproco que nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido. Que esa Navidad vacía se opaque ante el mensaje de Jesús que nos muestra el verdadero camino que nos hace felices. Desde ya peregrinemos hacia el portal de Belén.