Angelus (VIDEO)
Antes de la ceremonia de despedida en la Sakhir Air Base de Awali, el Santo Padre celebró esta mañana a las 9,30 hora local de Baréin, un encuentro de oración y Ángelus con los obispos, sacerdotes, consagrados, seminaristas y agentes pastorales en la iglesia del Sagrado Corazón de Manama.
Tras darles los buenos días, el Papa manifestó su alegría por estar entre ellos, en esa comunidad cristiana que manifiesta bien su rostro ?católico?, es decir, universal; una Iglesia formada por personas provenientes de muchas partes del mundo, que se reúnen para confesar la única fe en Cristo.
Francisco recordó que monseñor Hinder había hablado el día anterior de un pequeño rebaño constituido por migrantes. De ahí que el Papa al saludar a cada uno de los presentes les haya dicho que también pensaba en sus pueblos de pertenencia, en sus familias, que llevan en el corazón con un poco de nostalgia, en sus países de origen. Y añadió:
En particular, viendo aquí presentes a fieles del Líbano, aseguro mi oración y cercanía a ese amado país, tan cansado y probado, y a todos los pueblos que sufren en Oriente Medio.
Es hermoso pertenecer a una Iglesia formada de historias y rostros diversos que encuentran armonía en el único rostro de Jesús. Y dicha variedad que he visto en estos días es el espejo de este país, de la gente que habita en él, así como del paisaje que lo caracteriza y que, aun dominado por el desierto, posee una rica y variada presencia de plantas y de seres vivos.
Al recordar las palabras de Jesús que habían escuchado anteriormente sobre el agua viva que brota de Cristo y de los creyentes, el Pontífice afirmó que le hicieron pensar en esa tierra. Es verdad dijo hay mucho desierto, pero también hay manantiales de agua dulce que corren silenciosamente en el subsuelo, irrigándolo. Es una hermosa imagen de lo que son ustedes y, sobre todo de lo que la fe realiza en la vida.
Emerge a la superficie nuestra humanidad, demacrada por muchas fragilidades, miedos, desafíos que debe afrontar, males personales y sociales de distinto tipo; pero en el fondo del alma, en lo íntimo del corazón, corre serena y silenciosa el agua dulce del Espíritu, que riega nuestros desiertos, vuelve a dar vigor a lo que amenaza con secarse, lava lo que nos degrada, sacia nuestra sed de felicidad. Y siempre renueva la vida.
Esta es el agua viva de la que habla Jesús, esta es la fuente de vida nueva que nos promete: el don del Espíritu Santo, la presencia tierna, amorosa y revitalizadora de Dios en nosotros.
Fuente: vaticannews.va