(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
El pasado 3 de octubre, se cumplieron dos años de la publicación de la encíclica Fratelli Tutti con la que el Papa Francisco animaba al mundo, en plena pandemia del COVID 19, a vivir según los ideales de la fraternidad y de la amistad social, no para resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino para "detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos" para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras.? [1]
Esta perspectiva tan humana y cristiana, me animan a compartir con los fieles católicos, y con todas las personas de buena voluntad, mi preocupación sincera por el drama que enfrentan los hermanos migrantes en Costa Rica.
En efecto, en los últimos meses hemos visto aumentada la llegada de personas migrantes a nuestro territorio, hermanos que, más allá de formar parte de una estadística fría han visto desgarrar su vida al dejar su patria: "Muchos escapan de la guerra, de persecuciones, de catástrofes naturales. Otros, con todo derecho, «buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad».[2]
Tristemente, este escenario se ve aún más incierto, al conocer de quienes se aprovechan del dolor ajeno para ser ?traficantes sin escrúpulos, a menudo vinculados a los cárteles de la droga y de las armas (que) explotan la situación de debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje con demasiada frecuencia experimentan la violencia, la trata de personas, el abuso psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles". [3]
Costa Rica, ha sido por tradición un país de acogida, entendiendo que aquellos que emigran llevan consigo sentimientos de confianza y de esperanza que animan y reconfortan, de algún modo, la búsqueda de mejores oportunidades de vida, pero no faltan las voces que suscitan la indiferencia, cuando no la alarma y el miedo. Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona. "Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos"[4], ignorando la inalienable dignidad de cada persona más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno.
Como nos pedía el Papa Francisco en este hermoso mensaje lleno de Evangelio, debemos ir más allá de las meras reacciones primarias, para no dejar que esas dudas y esos miedos condicionen nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas.
Las legítimas migraciones, son un fenómeno de movilidad humana que vino para quedarse y, de frente a él, todos, comenzando por las organizaciones internacionales dedicadas al tema, los gobiernos que con sus políticas expulsan a sus ciudadanos por las constreñidas condiciones de vida, y los países de destino o aquellos que sirven de paso, están llamados a manifestar su compromiso en favor del trato justo al hermano migrante, del respeto a su condición y del reconocimiento de sus derechos.
Costa Rica tiene el derecho a regular los flujos migratorios y adoptar las medidas políticas dictadas por las exigencias generales del bien común, pero siempre garantizando el respeto a la dignidad de toda persona humana. Por ello, urgen acciones públicas que protejan a este sector tan desfavorecido, garantizando su trato digno, impidiendo toda acción de violencia en su contra y evitando que el crimen organizado se aproveche del dolor de personas tan vulnerables, pienso sobre todo en los niños y adultos mayores.
Pido al Señor Jesús que suscite en todos nosotros sentimientos de verdadera compasión en las fatigas y las tragedias de los hermanos migrantes, ver en ellos el rostro del mismo Jesús, quien con sus padres tuvo que migrar ante la persecusión.