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Arzobispo

Tutelar los derechos de la familia

Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo metropolitano (VIDEO)

Al retomar la importancia de agosto como mes de la familia, quisiera insistir en el hecho de que ninguna instancia puede ni debe suplir a esta institución que atañe a los cimientos de la vida humana.

 La familia, al tener el deber de educar a sus miembros, es titular de unos derechos específicos y así lo hace ver la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos al afirmar que la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado]

Más aun, la función social de las familias está llamada a manifestarse también en la intervención política, es decir, las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no la ofendan, ni la distorsionen como ha venido pasando en nuestro país, sino que sostengan y defiendan positivamente sus derechos y sus deberes: En este sentido las familias deben crecer en la conciencia de ser «protagonistas» de la llamada «política familiar», y asumirse la responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia.

La Iglesia para reafirmar esa especial dignidad jurídica a la familia, publicó hace casi 40 años la Carta de los derechos de la familia cuyo preámbulo recuerda: Los derechos de la persona, aunque expresados como derechos del individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que halla su expresión innata y vital en la familia.

Aquella carta iba dirigida en primer lugar a los Gobiernos para que defendieran los derechos esenciales de la familia con la elaboración de legislaciones y de políticas públicas coherentes con los valores de la sociedad. Pero también, dicho documento, quería despertar en las familias la conciencia de su función y de su puesto irreemplazable, animándolas a cumplir su deber, de tal manera que el papel de la familia sea más claramente comprendido y reconocido en la sociedad, pues ella es el ambiente natural para el crecimiento y el bienestar de todos sus miembros, especialmente de los niños. 

Por eso el matrimonio entre el hombre y la mujer y la familia exigen una tutela especial por parte del Estado, especialmente aquellas que experimentan mayores problemas como, por ejemplo, un alto nivel de conflictividad, difícil acceso a la educación, endeudamiento, pobreza extrema y desintegración, entre otros. 

La familia es insustituible para el crecimiento de la persona en cada una de las etapas de su vida,  comenzando en la niñez, todos los hijos requieren ser amados por una madre y  un padre que se aman y respetan; habitar, crecer y vivir junto a ambos padres es fundamental, porque la figura materna y paterna son complementarias en la educación de los hijos y en la construcción de su personalidad y de su identidad. Una familia unida siempre dará resultados positivos en los niños y es la mejor forma de tutelar los derechos y las auténticas exigencias de los menores. 

Hago un sincero llamado a todas las familias a descubrir, como pedía Juan Pablo II, no sólo su identidad», lo que «es», sino también su «misión», lo que puede y debe «hacer». El cometido, que ella por vocación de Dios está llamada a desempeñar en la historia, brota de su mismo ser y representa su desarrollo dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad: familia, ¡«sé» lo que «eres»!

Pido al Señor por todas las familias y especialmente por las familias cristianas llamada a ofrecer a todos el testimonio de una entrega generosa y desinteresada, para que sigan avanzando en el seguimiento del Señor. Que todos nos comprometamos con la familia para que se vea realmente  fortalecida y renovada.