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Obispo Auxiliar

El cristiano está llamado a mostrar hospitalidad

(VIDEO) Mons. Daniel Blanco, Domingo XVI del Tiempo Ordinario


En distintos pasajes de la Sagrada Escritura podemos leer cómo el Señor insiste en la necesidad de mostrar amor al forastero, ofreciendo hospitalidad.

Por esto no es extraño encontrarnos con los textos de la primera lectura y del evangelio, que, en este domingo, narran cómo Dios mismo es acogido con hospitalidad por Abraham y Sara en la primera lectura y, en el evangelio de Lucas, por Marta y María.

En el caso de la narración de la primera lectura, Abraham se muestra afanado, procurando dar lo mejor a aquellos tres personajes misteriosos, para que se alimentaran y descansaran.

Esta preocupación de Abraham, de ser hospitalario con estos forasteros, se verá recompensada con el cumplimiento de la promesa de una descendencia innumerable, que YHWH había hecho años atrás, ya que uno de aquellos tres hombres, promete que al año siguiente, Sara tendría un hijo.

Asimismo, el texto de San Lucas, muestra a Marta, con una preocupación similar a la de Abraham.  Se afana por atender la casa y dar lo mejor a su huésped; esto era lo mandado por la Escritura.  Pero su hermana María, asume una conducta distinta; se sienta a los pies del maestro a escuchar su predicación.

Lo hecho por María no era absolutamente común en aquella época, primero por el cumplimiento del mandamiento de acoger y atender al forastero y segundo, porque los maestros de la época no enseñaban a las mujeres ni las tenían entre sus discípulos.

De ahí, que la respuesta de Jesús es totalmente revolucionaria:  María ha escogido la mejor parte y nadie se la quitará.  Jesús, quien ha recibido la hospitalidad de Marta y María, les enseña y las hace sus discípulas.

Por tanto, en ambos relatos, la hospitalidad de los dueños de casa, se ve recompensada por las bendiciones con las que Dios los enriquece.

Esta es la primera enseñanza de la Palabra de Dios de este domingo:  el cristiano está llamado a acoger al hermano y mostrar hospitalidad, ya que es el mismo Dios que viene a nuestra casa.  Nos recuerda el papa Francisco:  «Él pasa y llama a nuestra puerta, con el rostro de un amigo que necesita un momento de descanso y fraternidad, por tanto, vivamos el sentido de aceptación, de fraternidad, para que todos puedan sentirse "como en casa", especialmente los pequeños y los pobres cuando llaman a la puerta» (21.07.2019).

La segunda enseñanza, que nos da, particularmente el texto evangélico, es que los afanes del diario vivir, no deben alejarnos de la contemplación, ni de la escucha de la palabra de Dios ni de la oración, es decir, no deben impedirnos estar, como María, a los pies del maestro.

La Palabra de Dios no busca hacer una lucha entre la vida contemplativa y el trabajo diario, poniendo a una por encima de la otra o diciendo que una es más importante que la otra, eso es claro porque tanto que el afán de Abraham como el de Marta se ve recompensado.

Lo que sí indica, claramente Jesús, al decirle a Marta que María ha escogido la parte mejor, es que no es posible vivir sin Dios.  Ciertamente los seres humanos tenemos una vida con distintas labores que debemos realizar en nuestras casas, en nuestros lugares de trabajo y de estudio, pero ninguna de estas actividades debe separarnos del Señor, que sigue llamándonos para que estemos con Él, oigamos sus enseñanzas y hagamos experiencia de su misericordia, como lo hizo María al quedarse a los pies del maestro.

Al respecto nos enseña el papa emérito:  «La palabra de Cristo es clarísima: ningún desprecio por la vida activa, ni mucho menos por la generosa hospitalidad; sino una llamada clara al hecho de que lo único verdaderamente necesario es otra cosa: escuchar la Palabra del Señor [?] Todo lo demás pasará y se nos quitará, pero la Palabra de Dios es eterna y da sentido a nuestra actividad cotidiana, la persona humana debe trabajar, sí; empeñarse en las ocupaciones domésticas y profesionales; pero ante todo tiene necesidad de Dios, que es luz interior de amor y de verdad» (18.07.2010).

Por tanto, este domingo, Dios nos llama a escoger -como María- la parte mejor, es decir, estar a los pies del maestro, escuchando su palabra y uniéndonos a Él en la oración, para poder cumplir, de esta manera, con las obligaciones cotidianas como verdaderos cristianos, santificando la vida laboral y doméstica, sirviendo y amando a los hermanos.