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Arzobispo

Joven, Cristo te abraza

(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano

 

Una pregunta que motivaría, con creces, la celebración de julio como "mes de la juventud" sería: ¿qué podemos ofrecer a los jóvenes desde la fe que no encuentren en ninguna otra propuesta de vida? La respuesta será, sin duda, la experiencia de Jesucristo como camino, verdad y vida? (Juan 14,6), es decir, vivir al estilo de Jesús, único y verdadero referente.

Cristo es el mejor ejemplo que todo joven está invitado a seguir. Él es siempre joven y fuente constante de novedad y, aunque es un modelo que choca con el abanico de opciones fáciles que hoy se les presentan como ?alternativas? de vida, seguir a Jesús es asumir el ideal de una vida con sentido de plenitud. 

En verdad, "quien deja entrar a Cristo en su vida no pierde nada, nada ?absolutamente nada" de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana?.[1]

El Señor sigue llamando a nuestros jóvenes a descubrir motivaciones diferentes, a conocer la finalidad y la perspectiva real de su existencia, en fin, a ver la vida con ojos de esperanza, a entenderla como un camino cotidiano con Jesús que nos lleva de la mano, nos acompaña, nos alienta y, que cuando hay caídas, él mismo nos tiende la mano y levanta. 

Hoy nuestros jóvenes enfrentan grandes retos y son muchas sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas. La juventud es, probablemente, el sector más golpeado en esta época de crisis que no se debe, únicamente, a factores económicos, sino que tiene su raíz en factores eminentemente humanos, morales y sociales. 

Son muchos los jóvenes sin trabajo, sin recursos para constituir una familia, en situaciones de exclusión en donde  la frustración y la desconfianza en sí mismos crece. Muchachos sin apoyo familiar ni social, se sienten solos y pierden el entusiasmo para potenciar sus capacidades de desarrollo personal y se vuelven presa fácil de organizaciones criminales, la droga, el alcoholismo y otras adicciones. 

Es, particularmente, un reto para nuestras comunidades parroquiales responder con interés y preocupación, a nuestros jóvenes para que mantengan viva la esperanza. Pero ser Iglesia joven para los jóvenes requiere tener los oídos atentos y la mente dispuesta. Por ello, nos dice el papa Francisco: "Los jóvenes nos llaman a despertar y acrecentar la esperanza, porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual".[2]

En este mes quiero animar a las parroquias, a la vida consagrada, a los grupos y movimientos a hacer del acompañamiento de los jóvenes una prioridad, manteniendo vigentes las enseñanzas de Jesús como desafío cotidiano para sus propias vidas; este reto se traduce en el respeto a toda persona, que es el pilar sobre el cual se construye una sociedad más justa, en la que los jóvenes juegan un rol indispensable pues el mundo y la patria los necesita, igualmente la Iglesia y la sociedad. 

No podemos permitirnos seguir perdiendo vidas de jóvenes, pudiendo entregarles las armas del verdadero amor, el anhelo por la justicia, por una vida con valores permanentes, y la esperanza que a nadie defrauda. Me da mucha alegría señalar, cómo hay muchos jóvenes en nuestras parroquias, que al igual que lo hizo el joven Marco Calzada, viven su fe alegre y comprometidamente.

Comunicar la Buena Noticia del Evangelio a las nuevas generaciones requiere mucho más que una estrategia. Debemos poner todo nuestro esfuerzo pues "cuando un joven cae, en cierto sentido cae la humanidad. Pero también es verdad que cuando un joven se levanta, es como si se levantara el mundo entero". [3]

Queridos jóvenes: Dios quiere hacer resplandecer su luz en su camino, abran sus corazones para escuchar su voz y ser sus testigos. 

 

 


[1] Benedicto XVI, 24 de abril del 2005

[2] Papa Francisco, Evangelii Gaudium, n.108

[3] Papa Francisco,21 de noviembre del 2021