Kim y Nick conocen bien la guerra. Vietnam, 8 de junio de 1972: incendio en el pueblo de Trang Bàng, a 40 kilómetros al oeste de Saigón. Las bombas caen al napalm. Nick Ut capta en un plano la desesperación de la pequeña Kim Phúc Pahn Thi corriendo, envuelta en napalm, con la ropa evaporada por el fósforo.
Esa fotografía se convirtió en una de las imágenes más icónicas de la historia del siglo XX. Casi medios siglos después, aquí están juntos, Kim y Nick, en la Plaza de San Pedro, con el Papa Francisco. Para decir que la guerra es una locura. Por eso le entregaron al Pontífice una copia, con sus dos firmas, de la foto que lleva cincuenta años diciendo no a la guerra.
Y ese no a la guerra que viene de Vietnam, lo ha reiterado el Papa Francisco esta mañana, acogiendo a dos jóvenes que viven los horrores de otro conflicto, esta vez en Ucrania. Son las esposas de los soldados ucranianos del batallón Azov atrincherados en la acería de Mariupol. De pie, Francisco juntó sus manos en un gesto de oración.
Ya, la guerra. Dice Kim, que ahora tiene 59 años: Medio siglo después, como superviviente, me atrevo a decir que no queremos la guerra sino la paz porque el mundo necesita la paz. Y es con este compromiso con la paz que trabajan, de nuevo juntos, en el documental La chica del napalm.
Aquella mañana llovían bombas sobre el pueblo, todo el mundo huía, recuerda Nick, que ahora tiene 71 años, y que estuvo en primera línea como reportero gráfico. Vi cómo una bomba hacía estallar una pagoda: pensé que no había nadie dentro, pero, en cambio, a través del humo, vislumbré a la abuela de Kim sosteniendo a un bebé, muerto en sus brazos. Lo siguiente que vi fue a Kim gritando ¡ayúdame!. Dejé de hacer fotos después de un disparo, ese disparo: tenía que actuar. Cogí el agua y se la lancé. Cargué a muchos niños en la furgoneta y los llevé al hospital.
De vuelta a su oficina en Saigón, Nick reveló la foto que inmediatamente se convirtió en el plano que cuenta la guerra de Vietnam. También ganó el premio Pulitzer.
Lo cuenta de Kim: Esa imagen me recuerda que perdí mi infancia. Sin embargo, sólo con el tiempo comprendí su valor. Al principio lo odiaba, veía en él la humillación: una niña expuesta al mundo mientras, desnuda, grita desesperada. También me ayudaron, me curé: 14 meses en el hospital y 17 operaciones, sin pagar nada.
Fuente: vaticannews.va