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Preparamos la Primera Comunión

Y, antes, la Primera Confesión

Durante el Tiempo Pascual, que suele coincidir con los meses de abril y mayo, es habitual que en las parroquias se celebren muchos bautizos y primeras comuniones. Son dos de los tres sacramentos de la iniciación cristiana, junto con la Confirmación.

No cabe duda de que recibir estos sacramentos es motivo de celebración y de fiesta y las familias se esmeran en prepararlo todo hasta el último detalle.

Olvidar la fiesta cristiana

Sin embargo, y nos ocurre a todos en mayor o menor medida, en ocasiones nos excedemos ante las exigencias sociales que poco a poco van imponiéndose, sobre todo en el caso de la Primera Comunión.

Entonces, puede ocurrir que nos olvidemos de celebrar verdaderamente esta fiesta tan especial para cualquier familia cristiana: el niño que recibe la Primera Comunión va a encontrarse por primera vez con Jesús en la Eucaristía y ese hecho es motivo de alegría para toda la comunidad.

Benedicto XVI, en un encuentro con niños que iban a recibir la Primera Comunión en mayo de 2006, les dirigió un saludo especial y resumió con un deseo el sentido de este sacramento: Que se conviertan en sarmientos de la Vid, que es Jesús, y crezcan como verdaderos discípulos suyos.

Despertar de la conciencia moral

Es habitual también que los niños que van a recibir por primera vez a Jesús sacramentado se confiesen unos días antes. De hecho, la edad en la que se suele hacer la Primera Comunión coincide con la edad en la que el niño despierta su conciencia moral: alrededor de los 7-8 años.

En la catequesis se les explica a los niños la necesidad de recibir los Sacramentos para alcanzar la salvación y coger fuerzas y renovar su vida cristiana. Y en especial, el Sacramento de la Reconciliación -Penitencia o Confesión- es el más indicado para llegar al Cielo: es el sacramento del comenzar y recomenzar.

El día de la primera Confesión es tan importante y tan especial que en los grupos de catequesis podemos organizar una merienda para celebrarlo cuando todos nos hayamos confesado.

Además, conozco un grupo de catequesis de una parroquia que ese día entrega un cruz de madera con el nombre del niño o niña y el año, y la llevan el día de la Primera Comunión.

El papel de los padres

Pero son los padres los que tienen el deber de despertar esta conciencia moral en sus hijos. Tienen que hacerles ver que por encima de los errores y equivocaciones -el pecado- siempre nos espera nuestro Padre Dios, dispuesto a perdonarnos.

De esta manera el niño comprenderá poco a poco que ciertas acciones suyas ofenden a Dios, pero que no todo está perdido pues Él siempre nos perdona mediante el Sacramento de la Reconciliación.

Ante esta realidad es importante iniciar al niño en la necesidad de sentir un cierto pesar no sólo por sus malas acciones sino también por las cosas que debería hacer y que no hizo.

Pero hemos de educar siempre en positivo: Dios con su inmenso amor nos perdona y nos espera. No inculcar a los niños la idea de castigo ni reprimenda por parte de Dios.

Necesidad de la Confesión

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Ante la pregunta: «¿Y qué necesidad hay de confesarse antes de recibir la Comunión?«; el Papa Benedicto también respondió en un encuentro de catequesis y de oración con niños de Primera Comunión en la Plaza de San Pedro.

Esto es lo que dijo el Santo Padre cuando una niña le preguntó por qué debía confesarse si sus pecados siempre eran los mismos:

Es muy útil confesarse con cierta frecuencia. Es verdad que nuestros pecados son casi siempre los mismos, pero limpiamos nuestras casas, nuestras habitaciones, al menos una vez por semana, aunque la suciedad sea siempre la misma, para vivir en un lugar limpio, para recomenzar; de lo contrario, tal vez la suciedad no se vea, pero se acumula.

Benedicto XVI.

Algo semejante vale también para el alma, para mí mismo; si no me confieso nunca, el alma se descuida y, al final, estoy siempre satisfecho de mí mismo y ya no comprendo que debo esforzarme también por ser mejor, que debo avanzar. Y esta limpieza del alma, que Jesús nos da en el sacramento de la Confesión, nos ayuda a tener una conciencia más despierta, más abierta, y así también a madurar espiritualmente y como persona humana.?

Examen de conciencia

Así que para mantener esa conciencia despierta y atenta existe una práctica que mayores y niños pueden realizar en su oración nocturna: hacer un repaso de cómo fue el día.

De esta forma los padres inculcan a los hijos la importancia de dormir con la conciencia tranquila. Acabando con una sencilla oración de arrepentimiento por algo que no estuvo bien en ese día recién acabado. Y haciendo un propósito de mejora. 

Los niños aprenderán a hacer su examen de conciencia que les preparará eficazmente para la recepción del sacramento de la penitencia.

El Santo Cura de Ars pasaba muchas horas en el confesionario todos los días -¡a veces hasta 17 horas!- y siempre procuraba facilitar a los niños el sacramento de la confesión. Él mismo solía decir que ?no todos los que se acercan son santos. Pero los santos serán escogidos entre aquellos que se confiesan con frecuencia?.

Confesión de los padres

En definitiva, los padres y los catequistas, con la ayuda del sacerdote de la parroquia, deben velar por que los niños que van a recibir la Primera Comunión se preparen convenientemente para recibir previamente el Sacramento de la Penitencia. Y para que, no lo olvidemos, continúen recibiéndolo después de ese día.

Al acercar a los niños a la Confesión, les estamos enseñando a vivir una vida virtuosa que les lleve por el camino del Cielo.

Pero el medio más eficaz es el ejemplo. Si esos niños ven a sus padres y catequistas rezando, haciendo su examen de conciencia y poniéndose en la cola del confesionario para recibir el Sacramento de la Penitencia, les están enseñando el camino y la motivación para seguirlo.

El testimonio y el ejemplo de unos padres que se confiesan delante de sus hijos es la acción más valiente, humilde y positiva que puede tener un niño. Es vivir la caridad y buscar la santidad a tope. Y eso los niños lo ven. Y lo entienden.


Fuente: aleteia.org