Responsive image

Artículos

Abrazar la Cruz de Cristo

Joan Manuel Vega Jiménez, Seminarista de II Formando Pastores al Estilo de Jesús, Diócesis de Limón

Iniciamos, el Miércoles de Ceniza, un caminar con Jesús y durante este tiempo de Cuaresma nos hemos preparado para vivir la Solemnidad del Triduo Pascual esforzándonos por escuchar la Palabra de Dios, practicando la auténtica caridad cristiana, recordando nuestro Bautismo y buscando la reconciliación y penitencia. Todo con el fin de vivir en espíritu de conversión. Sin embargo, frecuentemente se nos olvida que el caminar con Cristo trae consigo la invitación de abrazar y cargar con la cruz. 

Por eso, quisiera ahondar en la Celebración de la Pasión del Señor y Oficios de la Cruz, que vivimos el Viernes Santo, para que comprendiendo lo que vivimos en este día, podamos ser capaces de abrazar la cruz de Cristo. 

En el Viernes Santo conmemoramos la muerte salvadora de nuestro Señor Jesucristo. En Cristo crucificado contemplamos el pecado humano que lo lleva a la muerte, y descubrimos, al mismo tiempo, el amor inmenso de Dios manifestado en su Hijo, que libremente da la vida por todos nosotros. En la cruz de Jesús se encuentra el culmen de toda una vida de entrega, donación y amor por la humanidad de todos los tiempos y lugares. 

No obstante, la cruz de Jesús no es lo último y definitivo. El Padre le ha resucitado, otorgándole el Nombre sobre todo nombre para mostrar el valor de su existencia y de su muerte. Jesús muerto y resucitado vive en medio de nosotros y su cruz nos da vida y salvación. Por eso el Viernes Santo no es un día de luto y llanto, sino de contemplación y celebración de la vida. Admiramos la entrega plena de Jesús, que con su obediencia y sacrificio ha vencido a la muerte. Según una tradición antiquísima, ni el Viernes Santo ni el Sábado Santo celebramos la Eucaristía. Lo hacemos hasta la Vigilia Pascual, el Sábado Santo por la noche, festejando así el gran Domingo de Resurrección.

Este día nos ayuda a actualizar el gran misterio de nuestra salvación: es la Pasión y Muerte de Jesús, que lleva a plenitud la Nueva y eterna Alianza entre Dios y la humanidad, anunciada en los profetas. Por su muerte en cruz, Dios Padre proclama a Jesucristo único Mediador y Salvador. Por eso, podemos afirmar que Dios eligió la cruz para que su Hijo se sacrificara en ella por nuestra salvación. La cruz desnuda, con sus brazos extendidos, es el símbolo de Cristo que entregó su vida con amor sin límites. Por eso es la señal de la victoria, de la salvación y del amor de Dios por nosotros. ¿Cómo respondemos a aquel que nos amó hasta el extremo? ¿Alguna vez, has negado a Jesús en tu vida por miedo a abrazar la cruz?

Abrazar la cruz de Cristo requiere una actitud de humildad porque la cruz nos humilla, nos golpea, nos duele, nos hiere. La cruz muestra la debilidad de nuestra condición humana, recordándonos que no lo podemos todo, que no somos dioses. La cruz nos hace más humanos y más divinos, si aprendemos su lección de humildad. Asimismo, abrazar la cruz de Cristo requiere una actitud de trascendencia que nos permita mirar el leño vertical que nos indica que pertenecemos al cielo. Hemos sido comprados y redimidos a precio no de oro o de plata corruptibles, sino de la sangre preciosa de Jesucristo, por eso, solo aferrándonos al árbol de la cruz podremos dar frutos de salvación. 

Finalmente,  hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él (cf. Rm 6, 8). Entonces, no tengamos miedo de amar aquel que nos amó hasta el extremo. En palabras del Papa Emérito Benedicto XVI: La cruz nos habla de la fe en el poder de este amor, a creer que cada situación de nuestra vida, de la historia, del mundo, Dios es capaz de vencer la muerte, el pecado, el mal, y darnos una vida nueva, resucitada.