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Arzobispo

La cruz, respuesta para nuestro tiempo

(VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano



Jesucristo nos expresa con total claridad: ?El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.[1] Seguirle conlleva  poner nuestros pasos en sus huellas, superar nuestro egoísmo, tomar nuestra cruz y  dar la vida por amor. Es ilusorio querer ser su discípulo rehusándonos a cargar la cruz con él.

Antes que profundizar en este misterio, los hombres y mujeres de nuestro tiempo, por distracción o conveniencia, obviamos esta condición acerca del seguimiento cristiano. "Un cristianismo sin cruz es mundano y se vuelve estéril".[2]

En el II Domingo de Cuaresma, san Pablo, con un tono de angustia y pesar, decía a los Filipenses: "Lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas".  [3]

Con plena convicción, el apóstol enseña "lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo"[4], reconoce que hay quienes se dicen "cristianos", pero viven de una manera enemistada y hasta contraría a la cruz. La cruz no puede ser vista sólo como un accesorio, materialmente hablando, "no reduzcamos la cruz a un objeto de devoción, mucho menos a un símbolo político, a un signo de importancia religiosa y socia".[5]  Esto es desvirtuar su hondo sentido. 

"No se trata de una cruz ornamental, o de una cruz ideológica, sino que es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor "por los padres, los hijos, la familia, los amigos, también por los enemigos, la cruz de la disponibilidad para ser solidarios con los pobres, para comprometerse por la justicia y la paz ? No debemos olvidar jamás que "quien perderá la propia vida, la salvará". Es un perder para ganar".[6]

Las primeras comunidades cristianas a las que Pablo predicaba tenían claro que Jesús resucitó y vive, pero el Apóstol insiste en recordarles y recordarnos, que el Resucitado es el mismo que fue Crucificado. El "escándalo" y la "necedad" de la cruz radican en que, donde parece haber sólo fracaso, dolor y derrota, precisamente allí, está todo el poder del amor ilimitado de Dios: "La necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres". [7]

La cruz es la fuente de un especial estilo de vida, por lo que para profundizar en este misterio debemos desistir de todo afán de superioridad y de toda seducción del poder pues, las "supuestas" seguridades humanas no dan sentido a la existencia. En contraste, será en la cruz, a saber, en la elección voluntaria de donación total, donde podemos encontrar nuestra fuerza y nuestra sabiduría. 

Hemos de convencernos que "Las armas con que luchamos" dice Pablo- no son humanas, sino divinas, y que tienen poder para destruir fortalezas. Desechemos sofismas y cualquier clase de altanería que se levante contra el conocimiento de Dios. Estamos también dispuestos a someter a Cristo todo pensamiento (2Cor. 10, 4-5). En otras palabras, es necesario estar en la cruz, porque la fuerza del señorío de Cristo brota toda ella de la cruz. [8]

 

Pidamos al Señor esa fortaleza y empeño inclaudicable para cargar nuestra propia cruz. No podemos andar por el mundo, asumiendo antivalores culturales mundanos y llamarnos sin empacho, discípulos suyos. Ciertamente estamos tentados a escapar o renegar de la realidad, de los problemas, pero, desde la cruz el Señor nos anima a confiar en que, con su gracia, podemos perseverar hasta el final.


                                                            


[1] Mateo 16,24

[2] Francisco, 14 de setiembre 2021

[3] Cf. Filipenses 3,17?4,1

[4] Gálatas 6,14

[5] Francisco, 14 de setiembre 2021

[6]  Francisco, 19 de junio de 2016).

[7] I Corintios 1, 25

[8] Raniero Cantalamessa, La fuerza de La Cruz, p. 19