Moisés al final de sus días, proclamó el nombre del Señor transmitiendo a las nuevas generaciones el legado.
El Papa celebró su habitual Audiencia General en el Aula Pablo VI del Vaticano. Continuando con su ciclo de catequesis sobre la memoria y el testimonio que aportan los ancianos, el Santo Padre propuso como ejemplo la particular historia de Moisés:
En alusión al gran testimonio de fe de Moisés a pesar de su edad (la narración relata que tenía ciento veinte años cuando pronuncia esta confesión de fe está en el umbral de la tierra prometida); el Pontífice subrayó que cuando el profeta se despide de la vida «no se había apagado su ojo» (Dt 34,7), es decir, conservaba la vitalidad de su mirada, la cual es un don valioso: esto le consiente -dijo el Papa- transmitir la herencia de su larga experiencia de vida y de fe, con la lucidez necesaria.
En este sentido, el Obispo de Roma destacó que una vejez a la cual le es concedida esta lucidez es también un don valioso para la próxima generación: