Seminarista: Juan Carlos Chaves Lara, III FDMC.
En el inicio de la cuaresma, que empieza con el miércoles de ceniza, y en medio de mi vocación de discípulo llamado a seguir a Jesús, hace que reflexione sobre tres diferentes necesidades que todo cristiano suele experimentar: elección, arrepentimiento y ser misionero. Así, recuerdo el lema del cual mi generación XXXIII del seminario se inspira para vivir día a día el llamado a servir, Jesús, fijando en él la mirada, le amó. (Mc 10,21) lo puedo comprender como la oportunidad de un tiempo de conversión mediante el cual, Cristo, sale a mi encuentro, como un día salió al encuentro de Mateo, y me llama a seguirle en el camino. Pero esa llamada no es una llamada abstracta, desde el vacío, es desde un corazón de Padre amoroso.
La primera mirada, la mirada de la elección, con el entusiasmo de seguir a Jesús, la segunda, la mirada del arrepentimiento en el momento de haber pecado tan gravemente negando a Jesús; la tercera mirada es el de la misión, ser testigo, llevando el mensaje de salvación a todo el mundo tan importante en el hoy, tiempo de pensar en la mirada de Jesús sobre mí y releer ese diálogo misericordioso que sólo con el Señor puedo tener. En mi conciencia entra entonces esa certeza que sólo a través de esa mirada directa a Jesús puedo obtener las respuestas. ¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí?, ¿cómo me mira Jesús?, ¿con una llamada?, ¿con un perdón?, ¿con una misión? Sobre el camino que Él ha hecho, entregando su vida por mí, en toda su Pasión siempre con amor, y en ese caminar me pide algo, me perdona lo que sea y me da un camino.
Entonces al responderle le pido que fije tu mirada sobre mí, que guíe mis pasos del qué debo hacer; cómo debo llorar mis errores, mis pecados; cuál debe ser la valentía con la que tengo que peregrinar hacia adelante como el que él ha hecho antes como testimonio de vida. Después, el arrepentimiento, mirada que cambia a un corazón convertido al amor, confirmar el amor hacia Él y al prójimo. El Señor me dice que debo seguirlo por el camino de la cruz, para ser mensajero de la Buena Nueva; el releer me hace bien para aspirar a las cosas del cielo, sin miedo, porque desde el bautismo he resucitado, y con esa consigna quiero expresar con el más profundo sentimiento y sabiendo que Cristo lo es todo para todo mi ser, llegando a ser pleno en la Pascua de la salvación eterna.
Después de este paso por mirar a Jesús veo este camino como un tiempo de gracia, un regalo que se ofrece para redescubrir lo esencial del cristianismo en la lectura de la Palabra de Dios, en la oración y en la práctica de una vida íntegra, de preparación para ser parte de la Resurrección. Las cosas importantes hay que prepararlas con tiempo. La Pascua es tan importante que la preparamos durante 40 días; es una catequesis bautismal. Soy consciente que muchas veces me equivoco en el camino, por lo que la Cuaresma es una llamada a recibir el perdón de Dios y a volver a empezar, en su nombre, la vida de la gracia.