Si Jesús fue tentado, entonces todos nosotros hemos sido, somos y seremos tentados.
Las tentaciones se esconden bajo la apariencia del bien. Y lo más perverso es que Satanás incluso las motiva con citas de la Escritura.
En realidad, estas tentaciones golpean a Dios y al hombre, que se destruye a sí mismo y a su vida.
Jesús nos da un ejemplo de cómo responder a las tentaciones. El principio más importante es no dejarse arrastrar al diálogo con un espíritu maligno.
La respuesta de Jesús consiste simplemente en citar la Escritura. Jesús no presenta ningún argumento propio. Se limita a citar la Biblia.
De este modo, Jesús se aferra a Dios Padre, a su Palabra inspirada. No se apoya en su propia sabiduría, sino en Dios.
Esto es lo contrario de lo que hizo Eva en el jardín de Edén cuando dialogó con el espíritu maligno y cayó en el pecado. Así, se perjudicó a sí misma, a su marido y a sus hijos.
A veces nos equivocamos y en la tentación nos quedamos solos, avergonzados ante Dios, avergonzados de pedirle ayuda.
Y precisamente en este momento no podemos quedarnos solos con el espíritu maligno, porque seguramente perderemos. Es cuando más necesitamos a Dios. Él nos ayudará si se lo pedimos.
Fuente_atleita.org