Monseñor José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
Hemos disfrutado nuestra Fiesta Democrática y, una vez más, la voluntad del pueblo costarricense se manifestó en los pasados comicios, al elegir a quienes los ciudadanos han considerado más afines a sus expectativas. Costa Rica consolida su identidad como Nación amante de la paz, respetuosa del Estado de Derecho y de la institucionalidad. Aun así, queda pendiente, mediante el sufragio en una segunda ronda electoral, la elección del presidente de la República y de quienes le acompañen en su gestión.
Es mi sincero deseo, como Pastor Arquidiocesano, seguir contribuyendo desde mi misión, para que quienes habitamos este privilegiado país, nos comprometamos a construir una sociedad más justa y fraterna, y para que este periodo electoral propicie una campaña política de altura, con espíritu de diálogo y de respeto cívico. Igualmente, quisiera que la inmensa mayoría de los católicos hicieran suyo este anhelo pues "todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor" porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo.[1]
En efecto, desde la Doctrina Social de la Iglesia, sin perjuicio del candidato a quien se esté apoyando, siempre tendremos como eje de nuestra preocupación el desarrollo integral y auténtico, que respete y promueva en toda su dimensión a la persona humana y conduzca al bien común, seguros de que el sólo crecimiento económico no es desarrollo. "El verdadero desarrollo no puede consistir en una mera acumulación de riquezas o en la mayor disponibilidad de los bienes y de los servicios, si esto se obtiene a costa del subdesarrollo de muchos, y sin la debida consideración por la dimensión social, cultural y espiritual del ser humano".[2]
Es sumamente doloroso el nivel de pobreza y desigualdad que experimentan tantos hermanos en nuestro país, los miles de costarricenses sin empleo digno, sin derecho a servicios básicos. Es en especial a este sector, a quienes los hoy contendientes deben atender, para que sus políticas respondan a la triste realidad de todas estas personas. Por ello, nuestro empeño para que la discusión política no idealice el desarrollo entendido tan sólo, como crecimiento de riquezas materiales que benefician a algunos, sino que presten sincera atención al sufrimiento de tantos.
Es imperioso ejecutar políticas económicas que, favoreciendo la diversidad productiva y la creatividad empresarial, garanticen y acrecienten los puestos de trabajo en Costa Rica, sin olvidar, como nos recuerda el Papa Francisco, que se deben gestar variadas formas de economía popular y de producción comunitaria: "Hace falta pensar en la participación social, política y económica de tal manera que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común».[3] Hay que pensar en los miles de emprendedores, los productores, los agricultores, en fin, en los gestores incansables del cambio pues "con ellos será posible un desarrollo humano integral, que implica superar esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres""[4]
Hay países ricos pero llenos de marginados. Hay sociedades en las que los indicadores macroeconómicos desvelan a los políticos, pero no así, las necesidades y demandas concretas de la gente.
Pido a Dios la fortaleza, la determinación firme y perseverante de los candidatos para empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. Sin la búsqueda del bien común no hay sociedad que se reconstruya ni política ni socialmente.