(VIDEO) Mons. Daniel Blanco, obispo auxiliar Arquidiócesis de San José
Este III domingo del tiempo ordinario, ha sido establecido por el papa Francisco, como el Domingo de La Palabra, el Santo Padre ha visto la necesidad de que la Iglesia, en el mundo entero, reflexione sobre la importancia que tiene la Sagrada Escritura en la vida de las personas y por tanto este domingo debe ser «dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios» (Aperuit Illis, 3).
La celebración de este domingo, implica, por tanto, volver nuestra mirada a Cristo, Palabra que ha puesto su morada entre nosotros, y por tanto conocer su mensaje y la verdad que nos ha revelado, es decir que Dios es un Padre amoroso y misericordioso que ha enviado a su Hijo para salvarnos por medio del acontecimiento pascual, porque como nos ha recordado el papa: «toda la Sagrada Escritura debe llevarnos a tener una experiencia del Resucitado, que nos explica la Palabra y fracciona para nosotros el pan» (Cfr. Aperuit Illis, 6-7).
Por tanto, esta experiencia con Cristo Resucitado, semejante a la de los discípulos de Emaús, que explica la Escritura y parte el pan, la tenemos los cristianos, de manera particular, en la celebración eucarística y este domingo no es la excepción.
Precisamente, las lecturas de este III domingo del tiempo ordinario, hacen referencia a la forma en que la Palabra escuchada con un corazón abierto por parte de la comunidad, van a transformar a quien la escucha, moviéndolo a la conversión, a la comunión y a la alegría.
El texto de la primera lectura, tomada del libro de Nehemías recuerda cómo el pueblo elegido que regresa del exilio, se reúne en asamblea litúrgica para escuchar la Palabra, cosa que no había podido hacer durante los años del destierro en Babilonia.
La escucha de la lectura del libro sagrado, movió a todo el pueblo elegido a la oración, a la conversión y al gozo, porque el Señor les habló al corazón por medio de la Palabra y los hizo vivir en comunión, «como un solo hombre» este momento de fe, que los hizo identificarse aún más como pueblo del Señor.
En la carta apostólica Aperuit Illis, con la que se establece este Domingo de la Palabra de Dios, el Santo Padre hace referencia a este texto bíblico y pone de manifiesto la importancia de la Palabra proclamada en aquel momento histórico y cómo ésta dio significado a todo lo vivido en la historia de Israel, dejando claro que Dios actúa en medio de su pueblo para hacer, incluso de situaciones dolorosas como el destierro, Historia de Salvación.
También indica el Santo Padre, que la experiencia comunitaria vivida por todo el pueblo elegido alrededor de la escucha de la Palabra de Dios, debe recordarnos que la Sagrada Escritura no es patrimonio de algunos sino que pertenece a todo el pueblo de Dios y que hoy es compromiso de la Iglesia permitir que todos tengan acceso a la lectura y a la escucha de la Palabra de Dios «que une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo» (Aperuit Illis, 4).
Esta narración de Nehemías que muestra a la comunidad creyente alrededor de la escucha de la Palabra de Dios, será en adelante la celebración litúrgica vivida el día sábado en las sinagogas y que el evangelio de Lucas nos presenta como una vivencia habitual de Jesús.
El episodio en Nazareth y descrito por San Lucas, indica que Jesús participa en una de esas celebraciones litúrgicas en las que se proclama y se explica la Palabra de Dios. En esa ocasión, le correspondió a Jesús hacer la lectura del profeta Isaías y hacer la explicación correspondiente.
Del mismo modo que en el texto de Nehemías relataba que quienes explicaban la lectura hacían comprender cómo Dios actúa en los acontecimientos vividos por el pueblo elegido, así Jesús, al iniciar su vida pública, indica que aquella Palabra proclamada se está cumpliendo en el hoy de la historia, ya que el Ungido del Señor está en medio de su pueblo y ha venido a traer la Buena Noticia del Reino y a ser presencia de la misericordia de Dios con el ser humano, principalmente con aquellos que más sufren: pobres, enfermos, oprimidos.
Por tanto, la Palabra proclamada se ha hecho vida en Cristo, quien cumple todo lo anunciado en la Sagrada Escritura y por ende viene a colmar de gozo el corazón de los seres humanos, que se reconocen comunidad amada y redimida, porque Dios ha entrado en el hoy de la historia para regalar su salvación.
Nuevamente la Palabra que se proclama viene a llenar de gozo el corazón del creyente, porque da sentido a la vida, muchas veces llena de situaciones difíciles, asegurando la cercanía, la misericordia y la salvación de Dios.
Procuremos, pues, como Iglesia de Cristo, ser portadores de la Palabra de Dios a los hermanos, para que ?como ha indicado el papa? no sea patrimonio de algunos sino que todos tengan acceso a la lectura y a la escucha de la Sagrada Escritura y así hagan experiencia alegre del amor y la cercanía de Dios.
Asimismo, quienes leemos y escuchamos cotidianamente esta Palabra, personalmente o en la vida litúrgica y comunitaria, procuremos hacerla vida, siendo nosotros mismos, con nuestros gestos y acciones, cercanía de la misericordia y del amor de Dios a los hermanos que más lo necesitan, porque serán estas acciones las que darán credibilidad a la Palabra proclamada y escuchada por la comunidad.