VIDEO) Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano
En una democracia madura como la nuestra, el ejercicio de la política debe ser ese espacio común para el debate, el diálogo y la búsqueda de consensos que exige reflexión profunda en aras del verdadero desarrollo "que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas?.[1] Por ello, hay que evitar que este proceso electoral se convierta en un campo de batalla, de ataques sistemáticos y controversias que sólo desvían la atención de la razón de ser de la política como actividad humana que procura construir un orden justo y reconocer y realizar el bien común de la sociedad.
Para establecer cambios sustanciales, ha de superarse la fría discusión de postulados filosóficos o técnicos y ofrecer una información veraz, generada, procesada, y fundamentada en el conocimiento de las exigencias reales de la gente, pues sólo así pueden quedar al margen cuestiones meramente ideológicas que muchas veces se imponen como prioritarias y no se responde en serio a la población.
Hay ocasiones en que la clase política parece desconocer o ignorar lo que está sucediendo en los hogares, calles y barrios de nuestro país. En apariencia, no se conmueven ante la indignación popular, mientras prometen resolver retos que desconocen. La queja recurrente en muchos electores es que, pese a la permanente exposición mediática, no conocen a quienes postulan sus nombres para cargos públicos, lo que acarrea "liderazgos" carentes de respaldo y base social e incrementa esa desconexión creciente entre las autoridades públicas y el pueblo que ya, de por sí, se queja de falta de atención y respuestas.
Aquella leyenda según la cual, María Antonieta preguntó a sus cortesanas por qué el pueblo reclamaba y al recibir por respuesta: "que no tenían pan" expresó: " pues que coman pasteles", ilustra y proyecta la insensibilidad de las clases dominantes en el pasado y presente de la historia humana. ¿Se dará hoy algo de esto entre nosotros?
A la luz de nuestra fe, el Señor Jesucristo nos da un maravilloso ejemplo cuando, viéndose rodeado de multitudes carentes de alimento, "llamó a los discípulos y les dijo: Me da lástima esta gente; ya llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer. Si los despido a la casa en ayunas desfallecerán en el camino y algunos han venido de lejos."(Cf. Mc 8, 1-8)
Todos conocemos que este episodio culmina con el milagro de la "multiplicación de los panes y de los peces", sin dudarlo afirmo que Jesús ha de ser modelo e inspiración para muchos que hoy presentan su nombre para ser electos en diversos puestos, ver cómo Él identifica y profundiza en las necesidades de quienes le siguen. Jesús no piensa primero en sí mismo, piensa en aquellos con quienes comparte la vida, busca soluciones a los problemas de las gentes, aún más, se adelanta a ellos.
Otro ejemplo lo tenemos en el evangelio del domingo anterior con la narración de las bodas de Caná, donde María se muestra atenta a las necesidades de los demás y así lo comunica a su Hijo: "No tienen vino". (Juan 2,3)
Nuestra fe no nos deja indiferentes, no se queda en la abstracción o discurso, desde esta perspectiva ética, el liderazgo político siempre debe pasar por los derroteros del servicio, de la proximidad con quien está postrado en el camino, sin fuerzas ni esperanzas. No hablamos de "poses" populistas en aras de garantizarse votos o aprobación popular, sino de la política responsable que es apertura a todos. Esto no es un imposible, por el contrario, nos recuerda el Papa Francisco: " Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan ? puede ser la base de un proyecto duradero de transformación y crecimiento".[2]
El aforismo "Vox populi, vox dei", a saber, la voz del pueblo es la voz de Dios, debe ser tenido en cuenta. Aquellos que están llamados a gobernar tienen, no solo la responsabilidad de escuchar y respetar al pueblo, sino la obligación de integrar, a través de estructuras justas, sus opiniones y necesidades reales y, ojalá hacer de estos, los fundamentos principales de toda política social y económica.
Dejémonos guiar todos por la sabiduría divina, como lo hacen quienes sirven al Reino.