La Marialis Cultus del Papa San
Pablo VI enfoca en síntesis la importancia
de este tiempo:
"durante el tiempo de Adviento, la
liturgia recuerda frecuentemente a la Santísima Virgen" aparte de la Solemnidad
del día 8 de diciembre, en que se celebran conjuntamente a la Inmaculada Concepción
de María, la preparación radical a la venida del Salvador y el feliz comienzo
de la Iglesia, "llena de juventud y de limpia hermosura", sobre todo en los días feriales
desde el 17 al 24 de diciembre y, más concretamente, el domingo anterior a la Navidad, en que hace
resonar antiguas voces proféticas sobre la Virgen Madre y el
Mesías, y se leen episodios evangélicos relativos al nacimiento inminente de
Cristo y del Precursor.»34
"De este modo, los fieles que viven
con la Liturgia
el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó
al Hijo (Pref. De Adv. II), se sentirán animados a tomarla como modelo y a
prepararse vigilantes en la oración y "jubilosos en la alabanza" (Ibid.),
para salir al encuentro del Salvador que viene. Queremos, además observar cómo la Liturgia del Adviento,
uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de Cristo al
admirable recuerdo de la Madre,
presenta un feliz equilibrio cultual, que puede ser tomado como norma para
impedir toda tendencia a separar, como ha ocurrido a veces en algunas formas de
piedad popular, el culto a la
Virgen de su necesario punto de referencia: Cristo. Resulta
así que este período, como han observado los especialistas en Liturgia, debe
ser considerado como un tiempo particularmente apto para el culto a la Madre del Señor: orientación
que confirmamos y deseamos ver acogida y seguida en todas partes". 35
No
perdemos de vista que este tiempo no es el más importante. Está claro que el
lugar central lo ocupa la celebración Pascual. No obstante, hay varios hechos
que vale la pena destacar: Mencionamos dos de ellos:
El primero, que éste es el punto
de partida para lanzar, desde la aparición entre nosotros del Dios-Hombre, la
mirada hacia la obra culminante de nuestra salvación.
El segundo, que, por la misión
maternal que cumple María, la
Iglesia ha mirado el Adviento como el tiempo propicio, junto
con la Navidad,
para destacar en ellos los rasgos más relevantes de una misión que, teniendo
como punto de partida la maternidad divina, se realiza a lo largo de la vida y
obra del Redentor.
En
el breve espacio de las cuatro semanas (o menos) que dura el Adviento se
acumulan tres celebraciones en torno a María: la solemnidad de la Inmaculada Concepción,
el anuncio a María y la visitación a santa Isabel; el primero de estos
misterios tiene una celebración autónoma, mientras que los otros dos,
conmemorados en la semana precedente a la Navidad, van a tener, en el transcurso del año
litúrgico, otra conmemoración.
En
las ferias del 17 al 24 de diciembre, María aparece como protagonista del
misterio, como testigo silencioso del cumplimiento de las promesas. Se
proclaman los evangelios de la infancia y, en ellos, los episodios en los que
María aparece como protagonista en la anunciación y en la visitación. Por su
parte, el inicio del 2º prefacio de Adviento condensa la espiritualidad de la
espera, de la cual María es también modelo de la Iglesia: «... la virgen lo
esperó con inefable amor de madre, ?».
Por
todas estas razones, el tiempo de adviento aparece, de modo especial, como el
último lapso de espera en un tiempo particularmente adaptado para celebrar el
culto de la Madre
del Señor; es notable el equilibrio con el que es presentada María, totalmente
proyectada hacia el Hijo que espera, fiel sierva del misterio que ha sido
confiado a su obediencia en la fe.
Fechas a tener en cuenta: 8 de diciembre, La Inmaculada Concepción; 10 de diciembre,
Nuestra Señora de Loreto (relación directa con la visita de San Gabriel a María
en la casita de Nazareth); 12 de diciembre, Nuestra Señora de Guadalupe: la
Virgen encinta, Virgen de la esperanza, en contacto directo con los pueblos de
América; 17 de diciembre, Nuestra Señora de la Esperanza, el mismo misterio de día 12.
De la presencia
de María en Navidad les hablaremos en otro momento. ¡Madre de la Esperanza,
ruega por nosotros!